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David o la voluntad de la historia

Pacoman

Existen nombres que marcan y los hay que no. David lo entendió pronto en su vida. Su madre se lo decía: "David, tú tienes una misión en la vida, de ti depende encontrarla y cumplirla". A David las predicciones de su madre siempre le parecieron inspiradas por los dioses y quedaban fuera de toda duda.

Goliat nació para gobernar, su padre siempre le insistía: "el futuro será lo que tú quieras que sea. Debes cogerlo y forzarlo como si de una hembra se tratara, sólo los débiles están a merced de los dioses".

David había tenido un mal inicio de día en la forja, su maestro no había dejado de  recordarle lo torpe de su aprendizaje; así nunca aprendería el oficio. Y él, por acompañar a su superior, lo hacía todo al revés.

Goliat tampoco tuvo la mejor mañana de su vida, los peones no interpretaban sus órdenes y por mucho que les recriminara, no conseguía que hicieran bien las tareas del taller. Las camareras de su casa le habían despertado muy temprano y el sol no estaba presente para darle los buenos días. En concreto, un asquito de día.

Existen días que nacen torcidos y los hay que no. De hecho en la vida de una persona marcan más esos días, que el resto de la vida. El malestar provoca que se hagan cosas sin pensar y así cualquiera, con un buen mal-día es capaz de pasar a la historia. Luego vendrán historiadores que integrarán y clasificarán esa acción en contextos de luchas; de clases, de nacionalismos, de religión, de sexos, de razas...

Nuestro cabizbajo David volvía a casa con un andar cansino. En la misma ruta circulaba el carruaje de Goliat y como siempre, rápido. Su mal genio no había encontrado desdichado en que descargarse. El cielo parcheado a jirones de espesos nubarrones no alentaba a emprender grandes empresas.

E  inevitablemente llegó el momento en que ambos sujetos se encontraron. La historia así lo marca y el autor de este relato así lo precisa. Porque sino, ¿para qué lo iba a escribir? y además ¿qué harías tú leyéndolo?.

David estaba acercándose al desvío que cogía siempre para volver a su hogar. Tan abstraído como caminaba comenzó a cruzar la calzada. El sol no podía faltar al desenlace de este relato; entre dos negros nubarrones se dejó ver por primera vez en la jornada. La aparición del único Dios verdadero, atrajo la atención de nuestros héroes: David notó la claridad a su alrededor y no pudo por menos que alzar la vista. Goliat quedó cegado ante la repentina explosión de claridad. La intervención solar posibilitó que nuestros actores desempeñasen su papel. David se percató de la confluencia  del carruaje a la posición que él ocuparía en breve y Goliat percibió el próximo conflicto físico: un patán y su esplendoroso vehículo iban a rivalizar por el mismo espacio en el mismo instante temporal.

Con la misma determinación que el Sol apareció, el Destino en la vida de David se rebeló: ahora o nunca, que te respeten los demás empieza por el respeto de uno mismo, el propio interesado se sorprendía de su pensamiento hoy nadie más te va a imponer su voluntad, y desde este día en adelante tu vas a dirigir tu vida.

¿Qué pretende ese excremento humano?,  ¡por los dioses, que se aparte, pues yo no voy a cejar!

No me voy a apartar, que desvíe él su recorrido.

¡Palurdo, salte de mi camino!.

Enarbolando el paraguas como la espada que siempre deseó tener y al grito ¡Santiago cierra España! David se preparó para la inminente justa.

El sol se aprestó a dar luz a la gesta.
 
Y ocurrió lo inevitable: ¡Plaf-chrunch!.
 
(Extracto del diario local del día siguiente)
Ayer al mediodía en la calle mayor de nuestra localidad, el aprendiz de herrero David González Romero perdió la vida al ser atropellado por un automóvil, que acto seguido se dio a la fuga. Testigos presenciales describen el coche como lujoso y con matricula de nuestra provincia. La guardia civil ha iniciado las pesquisas ...
 
Existen momentos en que la historia se niega a ser escrita y frustra el camino a los posibles héroes que deben dirigirla y sin más y porque sí, ejecuta el porcentaje de intentos fallidos de difíciles proezas o de pequeñas y simples mezquindades.