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El dios Arsinius

Veron, Daniel


En la dimensión 17 existía un Cosmos muy parecido al que provenían los federales, el cual estaba lleno de galaxias con estrellas y planetas. Arsinius lo creyó un buen lugar para explorar y estudiar más detenidamente algunas peculiaridades.


La galaxia en donde recaló era parecida a la del Can Menor, más bien pequeña y con una estructura parecida a un triángulo. No estaba super-poblada por estrellas sino que estas eran, más bien, escasas. Se trataba de soles antiguos, que superaban los 10.000 M.A. con pocos planetas pero que, en general, eran Super-Tierras.


Debido a las peculiares condiciones dimensionales, pese a su tamaño poseían condiciones físicas muy parecidas a las de la Tierra o Génesis, por ejemplo. El caso es que cada sol no tenía más de dos o tres planetas, a lo sumo.


Arsinius y sus hombres eligieron una estrella próxima al núcleo galáctico a la que llamaron Clive y, por decisión del oficial científico Lerton, fueron a tomar tierra en Clive-2, uno de los mayores mundos de aquella región galáctica, equivalente a cien Tierras.


Por supuesto que era un mundo muy especial. Poseía una corteza sólida en gran parte de su superficie, la atmósfera era multicolor aunque respirable en forma en forma natural. Lo curioso era que cualquier cambio en ella era acompañado por un sonido semejante al de una campana, a la vez que aparecían haces de luz que duraban segundos, como una especie de geiseres lumínicos.


Sin duda que Clive-2 se presentaba como un mundo interesantísimo para explorar. Sin embargo, antes que el almirante Arsinius comenzara a dar indicaciones al respecto, Lerton, advertido por uno de sus hombres, le advirtió que el traductor mental estaba funcionando.


— ¿Cómo? ¿Qué quiere decirme, Lerton?


— Que alguien está cerca, almirante.


Todo el grupo quedó cierto tiempo en silencio hasta que, efectivamente, unos segundos después, apareció un grupo de seres MH detrás de una arboleda. Venían en formación, como si se tratara de un ejército. Arsinius levantó el brazo derecho mostrando el símbolo de la Federación. El extraño grupo pareció conferenciar entre ellos y luego de un momento, haciendo un gesto, quien parecía su líder, hizo un gesto atrás y entonces apareció otro grupo que, se diría, eran similares a odaliscas y músicos. Los federales estaban sorprendidos pero, antes de pronunciar palabra, Arsinius puso el emblema federal delante de él y, luego de unos segundos, el líder de Clive-2 dijo claramente:


— Sean bienvenidos –oyeron en el traductor.


Acto seguido, él y los demás hombres que le acompañaban formaron una figura semejante a un embudo que desembocaba adonde estaban las mujeres danzando, y detrás de estas llegó otro grupo con un extraño vehículo parecido a un automóvil.


Antes de caminar, Arsinius dijo:


— Somos de la Federación Inter-galáctica. Hemos atravesado mucho espacio para llegar hasta aquí.


Estas palabras despertaron todo un griterío en los demás, algunos de los cuales se inclinaron ante ellos como reverenciándolos. En principio, sólo Arsinius quiso dar unos pasos por aquel pasillo, pero el líder del grupo insistió:


— Todos ustedes sean bienvenidos también a Liberto.


Al mismo tiempo se agregaron más músicos y mujeres a las danzas y el nivel de las ceremonias fue creciendo, abarcando una multitud aún mayor. El líder del grupo sólo, acompañando a Arsinius, dijo en un tono reverencial:


— A ustedes los hemos estado esperando por mucho tiempo. Es algo que siempre enseñaron nuestros profetas.


— Ni nombre es Arsinius y soy quien está a cargo de la Flota Inter-dimensional.
Sin pestañear el líder respondió:


— Sí, lo sé. Ustedes vienen del otro cielo. Mi nombre es Ñangar y estoy a cargo de esta comunidad.


— ¿Conoce otros mundos?


— Hace mucho, mucho tiempo, nuestros antepasados fueron allí –dijo señalando un punto luminoso en el cielo, que no era otro que Clive-1, el otro planeta.


— Pues nosotros venimos de mucho más allá.


Al oír esto, Ñangar se inclinó ante él. Luego le dijo:


— Ustedes nos dirán qué pasó en ese mundo. Ustedes son los dioses de las estrellas.


Por un momento, Arsinius sonrió pero luego respondió:


— Nosotros no somos los únicos.


— El cielo está lleno de dioses, es lo que siempre enseñamos.


— Entonces un día se los presentare.


— Será un gusto. Ahora, señor dios, acompáñeme a la ciudad.


Arsinius no salía de su asombro pero, entonces, Ñangar lo guió hasta el transporte que esperaba, y gracias a un conductor, aquel se puso en marcha a lo largo de una inmensa avenida. Con el almirante iban cinco oficiales más, con los que, a los pocos minutos, llegaron a una extraña ciudad de casas bajas que abarcaba un territorio enorme. Bajaron y un hombre que parecía ejercer las funciones de sacerdote, se puso delante de Arsinius e inclinándose, exclamó a viva voz:


— Señor dios, sea usted muy bienvenido.


Y, a partir de ese momento, todo el pueblo reunido, conformado por una multitud de 2.000 personas o más, comenzaron una serie de festejos con música y danzas. Arsinius sintió que era inútil decir algo porque, después de todo, él y los federales venían a cumplir una antigua profecía de aquella cultura.


Y pese a que, unas horas después, el almirante y los suyos fueron a descansar en una especie de palacio multicolor, las ceremonias continuaron y así, durante dos días terrestres. Al final, Arsinius prefirió dejar un oficial en su lugar. Aquella cultura era muy interesante, pero sólo estaba al nivel de las primeras civilizaciones terrestres. Lo suyo, en cambio, estaba en el espacio.


Entonces el almirante se reúne con todos sus oficiales, luego de constatar que en Clive-1 no había ninguna señal de vida, y el científico Armelo tomó la palabra y dijo:


— Almirante, por todo lo que venimos rastreando, no tengo ninguna duda que en esta galaxia existen civilizaciones inteligentes que realmente conocen otros mundos, tal como dijo Ñangar en Cielo-2


— Bien, es lo que yo también creo –murmuró Arsinius.— Solamente esperamos su orden para saber adónde dirigirnos, señor.
Arsinius miró la pantalla en donde se veían miles de estrellas, levantó la mano y dijo:


— Por ahí.