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Entrevista a un Ray Bradbury imaginario

Castroguer, Alejandro

 

Fuera, al otro lado del ventanal que ilumina la habitación del hotel, es 1967. Dentro, la sola presencia de Ray Bradbury convoca al mismo tiempo la Era Paleozoica y el tiempo de conquistar Marte. Su mirada es vieja como fósil de brontosauro. Y sus palabras, nuevas como un amanecer en el Planeta Rojo.

Después del saludo inicial, el periodista afronta la entrevista de forma inusual.

—El año pasado se estrenó Fahrenheit 451. ¿Ha podido ver la película?

—Julie Christie, qué mujer. Me enamoré perdidamente de Lara y de aquel palacio entre la nieve— dice Ray arrastrando su mirada más allá del ventanal, como si de alguna manera pudiese alcanzar un lejano río donde dar de beber al brontosauro.

—No en vano dicen que usted es el último romántico.

—Tonterías.

Al escritor le habría gustado decir “paparruchas” recordando a Scrooge. Incómodo, el periodista cambia de tema.

—¿Qué opinión le merece la carrera espacial entre los Estados Unidos y la URSS?

—Un gasto excesivo de dinero. Y de vidas, Grissom, White y Chaffee en el Apollo 1, y Komarov en la Soyuz 1.

De repente la voz de Bradbury se eleva como un cohete con destino a Marte.

—Hablemos de la poesía encerrada en una canción como de The End. De la valentía de Martin Luther King al denunciar el genocidio de Vietnam. De Glenn Gould echado sobre el piano, sus manos diciendo a Prokofiev. O de la muerte del Che Guevara.

El periodista traga saliva sin saber cómo continuar la entrevista.

 

Alejandro Castroguer nació en el año 1971 en Málaga. Vivió de pequeño en Torremolinos y ya de adulto, durante dos años, en Barcelona.

Escribe desde bien pequeño. Su primer relato era de ciencia-ficción y hablaba de un niño que escondía a un extraterrestre en el desván, muy influenciado por el éxito de “E.T, el extraterrestre”. Después de no pocos intentos adolescentes por redactar una saga al estilo Tolkien, con su primera novela, "Jeroglíficos de muerte y salvación" quedó entre los finalistas del Premio Ateneo de Sevilla del año 1992. Tiene en su haber varias novelas ya destruidas por su autoexigencia: "Como una raya de tiza", "Un niño bueno", "Soñaba que soñaba", "Las puertas", "Horizonte Marfil" y "Carcoma". Coincidiendo con su estancia en Barcelona, desde el año 2000 al 2002, redactó en la ciudad condal "El bailarín de claqué". Desde finales de 2009 Alejandro Castroguer pertenece al grupo literario “Sevilla escribe”.

“El noctívago demacrado”, homenaje a Lovecraft, fue publicado en 2010 en una Antología de “Sevilla Escribe” llamada “Tenebrae”. Los relatos “Vals for Debby”, “Dos pies izquierdos” y “Pegarse un tiro y mandar un retrato a Córdoba” (este coescrito con Vanessa Benítez Jaime) fueron editados por Veintitrés Escalones Ediciones en la antología “Para mí tu carne”. Asimismo ha coordinado antologías para Sportula bajo los título de “Vintage’62: Marilyn y otros monstruos” y "Vintage'63: J.F.K. y otros monstruos", donde ha reunido a un puñado de grandes escritores.

Es autor de “La octava noche”, novela fusión de Ciencia Ficción-Policíaca, de "Hyecdloe" (ambas por publicar) y de la novela "La Guerra de la Doble Muerte" (2010), publicada por Almuzara. En 2012 editó con Dolmen, “El Manantial”. En 2013 Almuzara ha publicado "El último refugio".

En septiembre de 2015 se alza con el Premio Jaén de Novela, convocado por Caja Granada, con "Glenn", una obra que glosa los claros y los oscuros de la vida del pianista canadiense Glenn Gould.

Actualmente trabaja en una nueva novela y es editor en La Casa Deshabitada ( http://alejandrocastroguer.blogspot.com.es/ ).