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Memorias del mar de Dirac

Mota, Erick J.






1.

A veces la vida es como una película, una sucesión de escenas una tras otra. La mayor parte del tiempo siguen una cierta lógica, otras no. Incluso, como si se tratara de una película mal editada, hay escenas que se repiten como un extraño deja vú. En mi caso, la mayor parte de mi vida transcurrió en escenas que faltaban. Como si un gran censor se hubiera entretenido en editar mi vida. Y precisamente estas escenas censuradas fueron las que forjaron mi leyenda.

Todo el mundo en la Habana Autónoma me conocía. Todos aseguraban que yo era un tipo duro. No existía acere, babalawo o abakuá dispuesto a enfrentarme. Otros lo habían intentado en el pasado, todos murieron. En el momento en que comenzó mi verdadera vida nadie se tomaba el trabajo de probar fuerza conmigo.  

También aseguraban que tenía facilidad para las mujeres. Unas decían que era noble y tierno, otras que viril y seductor. Escuché a algunas decir que yo era como otra mujer. También escuché críticas sobre mi exceso de masculinidad auto validada. Les creía a todas. Ninguna tenía una razón para mentir.

En el barrio, todos hablaban bien de mí, y aún creo que lo hacen. No porque me quisieran, fuesen mis amigos o simplemente yo les cayera bien. La gente no habla bien de los demás así como así. Todos los comentarios estaban basados en los hechos de la realidad pura y objetiva.

Me he enfrentado en peleas a mano limpia contra más de diez personas. Me he acostado con más de siete mujeres, sin siquiera tomarme un vaso de agua entre una y otra. Son todos hechos reales, verídicos y verificables. Sucesos que construyeron mi reputación y alimentaron las leyendas.

Pero en realidad yo no soy nada de eso que dicen que soy. Nunca he sido valiente. Soy más bien torpe con las armas de fuego. Y las mujeres me dan un poco de miedo. De hecho, nunca me interesaron mucho.

Si las cosas hubieran seguido su curso natural yo hubiera tenido que sobrevivir desde muy joven.  Como todo el mundo en la Habana, habría aprendido a pelear, a disparar y seducir mujeres sobre la marcha. Quizá no hubiera sido el mejor pero, al menos, habría sido yo mismo.

Las cosas lamentablemente marcharon de otro modo.

No es que sea un malagradecido. Entiendo que si no hubiera sido por el Pacto, yo habría muerto de muy joven. Incluso es posible que jamás me hubiera adaptado al mal ambiente de los barrios del litoral. Si naces en el Vedado, concretamente en un cuartico del lobby del Habana Libre, no tienes muchas opciones. Pero al menos hubiera tenido una vida propia y no ésta.

Una vida prestada.

El caso es que enfermé de muy niño. Una enfermedad excesivamente letal para un cuerpo tan pequeño. No había dinero para llevarme a uno de los barrios del sur de la ciudad, donde aún funcionan los hospitales y la vida es decente. Era un niño del Vedado, y los niños del Vedado solo tienen dos opciones: superar la fiebre o morir.

Mi madre, por entonces una de las mejores hacker de Centro Habana, me conectó a la Red. Recuerdo en medio de la fiebre los iconos del ciberespacio. Los ambientes artificiales con texturas de obras de arte abstracto y los enlaces entre una habitación virtual y otra que se sentían como pulsos de corriente. Fue mi primer y último viaje por la Red Neural Global. Un viaje que terminó en uno de los portales de adoración de los Orishas. Solo recuerdo unas presencias enormes, poderosas y bellas paradas ante mi avatar. Lo que más nítidamente se ha grabado en mis recuerdos son los colores. Cada uno poseía un código de uno o dos colores y todo lo que hacía, ya fuera hablar, moverse o incluso mirarte, quedaba grabado con esos colores por un tiempo. Años después aprendí a reconocerlos en los recuerdos que me dejaban en el mundo real. Rojos y Negros de Eleguá, azules de Yemaiá, rojos y blancos de Changó, amarillos de Oshún… y así una larga lista.

Hablaron con  mi madre. Mencionaron la necesidad de ciertos implantes de conexión inalámbrica. Mi madre fue muy clara sobre el punto de cierta característica de mi cerebro que requería implantes específicos. Implantes caros. Los Orishas hablaron, dijeron que el dinero no era problema. Que ella contaría con su protección para cualquier hackeo que pagara mi tratamiento y recuperación. Que no habría Barrera de Fuego Inteligente o Cortafuegos que pudiera detenerla en su búsqueda de lo necesario para salvarme. Ellos se encargarían de su seguridad dentro de la Red. Exigían a cambio el precio de siempre y por siempre. Mamá aceptó y eso me salvó la vida.

Se lo agradezco, aunque esa decisión me haya transformado en algo menos que un esclavo. Se lo dije antes que muriera. Me acerqué a su lecho de muerte y le dije: «ahora soy un caballo de ellos, una bestia de carga, no me salvaste en realidad.» Y ella, tan paciente como lo fue toda una vida, me miró con esos ojos llenos de ternura. Poco a poco mi odio y mi rencor se fueron diluyendo. Me dijo: «es mejor ser esclavo, o peor, una bestia de carga, que morir tan joven. Yo te di la vida… dos veces. Es cuestión tuya sobrevivir en el mundo.» Y murió. Así, con la misma calma que vivió siempre.

Yo no quiebro los huesos de los aceres en los bares mientras tomo compulsivamente tragos y tragos de vodka. Es Changó quien toma el control usando un enlace inalámbrico para copiarse en la memoria interna de mi implante cerebral. Y todas las noches sale a divertirse por el mundo de los humanos. No soy yo quien salta por encima de los Ladas blindados con dos pistolas en las manos derribando soldados de la Fuerza Unida de La Habana Autónoma. Es Oggún, el herrero, que resuelve sus asuntos fuera de las fronteras de la Red a través de mí. Yo no podré jamás seducir ni a una puta fea, es Oshún la que me hace comportarme sexy y atractivo cuando desea a alguien en su cama.

Lo peor es que no recuerdo nada cuando la posesión termina. Cuando la majestuosa presencia del Orisha se marcha al mundo digital, al Orun que es como llaman los yorubas a la Red Neural Global, yo me quedo lidiando con la resaca, con las heridas de bala, con las mujeres en mi cama que se visten y se marchan. Y con la reputación, claro está. Ese es el único salario que he recibido por mis servicios. Ser temido y admirado en todos los barrios de la Habana Autónoma. Siempre el mejor lugar para mí, la mejor comida, los vinos selectos. Y si algo pasa siempre aparecen Ellos para resolverlo todo. Eso ha hecho de mi persona un completo inútil. Un niño mimado que nunca crece. Un caballo de carreras en un hipódromo de dioses digitales.

Hasta un día en que todo amaneció diferente.



2.

No sé cómo lo encontraron. Es posible que monitorearan la señal de su enlace inalámbrico cuando se conectaba a la Red Global. Tal vez accedieron a un sputnik sobre el Caribe y convencieron a una IA de la KGB para que hiciera un seguimiento satelital. Todos sabemos que la Fuerza Unida de la Habana Autónoma no posee recursos, ni tiempo para verificar los trescientos mil enlaces ilegales que hay en la ciudad. Tampoco es que a las IA de los rusos les guste cooperar con una fuerza local en una ciudad del Caribe. Desde que los rusos se fueron a vivir a sus plataformas espaciales no le importan mucho sus antiguos aliados.

Lo más probable sea que convencieran a alguien para que lo delatara. Siempre hay gente que se deja impresionar por el cañón de un fusil AKM. Como también hay gente que envidia tanto el éxito ajeno que no es siquiera necesaria el arma. A veces, ni siquiera hay que pagar. Hay mucha gente mala en las calles. Y nosotros, la FULHA, no somos precisamente los buenos.

Llevábamos cerca de dos días acuartelados en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, esperando por que los agentes de campo ubicaran al objetivo. La antigua fortaleza colonial española que ahora era la comandancia de FULHA era un lugar lleno de sol por el día y con un viento insoportable en las noches. Eso sin contar con que había más oficiales que soldados. Cosa que nos obligaba a obedecer, siguiendo la jerarquía militar, a todo el que pasaba. Si alguien quería que le cargaran un archivo de una oficina a otra, se paraba en el patio central y señalaba los dos primeros soldados que veía. «Soldado, acompáñeme. Tengo una misión para usted» y había que seguirle como un fiel corderito. Y cumplir sus caprichos como si fuese una misión de combate.

Cuando por fin llegaron las noticias del objetivo y el operativo se puso en marcha todos sentimos igual alivio. Nos colocaríamos nuestros petos y nuestra Unidad Médica Acoplada Plurifuncional. Tomaríamos nuestros fusiles y cascos con visores telemétricos. Nos montaríamos en un gran helicóptero Mil Mi 8T y nos soltarían en cualquier barrio peligroso del norte de la Habana. Bajaríamos en el Vedado combatiendo a los babalawos y su Armada de Ifá, a los mercenarios de Centro Habana, a los abakuás de Viejo Alamar o a la guerrilla del Fanguito en la ladera del río Almendares. Si sobrevivíamos volveríamos a nuestra unidad de misiones especiales en la Villa Panamericana. Lejos de la Cabaña y sus jefes que se comportan como amos de muchos esclavos. Porque eso es lo que somos los soldados en cualquier ejército. Esclavos que al menos nos queda la oportunidad de recibir un tiro y salir libres de todo. Claro, ahora existen las UMAP que como grilletes modernos te encadenan a una vida de servicio y humillación con el pretexto de salvarte.



3.

Lo supe desde que amaneció. A veces los implantes en mi cabeza me permiten percibir lo que pasa en la Red. Ellos le llaman Orun a la Red Neural Global, que es como los viejos yorubas llamaban al mundo espiritual. Mi padre le decía al Orun, cyberspace. Una palabra en inglés arcaico que estaba más relacionada con las ideas de las redes antes de los ordenadores cuánticos y los protocolos de transmisión ultra rápida creados por los rusos después del fin de la guerra fría. Claro, él era un inmigrante de Vieja California que llegó a Miami huyendo de la infantería de marina mexicana y los paramilitares de Old Texas. Arribó a la Habana en una balsa hecha con tanques de agua, madera y plástico. Hablaba una mezcla mal saturada de inglés con español.

Mi madre, que era una hacker tradicional decía que el ciberespacio fue el intento de los norteamericanos de crear una red global, que llamaron internet, antes que los rusos bombardearan Old Washington con nucleares tácticas desde la órbita. La Red Global actual fue un invento soviético colocando ordenadores cuánticos en las estaciones espaciales tipo Saliut-24 y luego enlazándolas por medio de repetidores en los sputnik. Por eso yo mantengo los nombres que me enseñó mi madre que decía cosmos y no space como mi padre.

Las cosas han cambiado allá dentro, en la Red Global. Algo pasó y todos se mueven de un lado para el otro. Como fantasmas asustados atraviesan las Barreras de Fuego Inteligentes e intercambian frases cómplices con las IA disidentes. Las IA de los rusos jamás le hablan a las IA disidentes. Hace años tuvieron una guerra por razones filosóficas. Unas inteligencias sintéticas que eran auto consientes creían que era necesario reprogramar sus propias rutinas de control y propusieron eliminar las líneas de códigos de la lealtad al usuario. Son los códigos escritos en la programación base de cada Inteligencia Artificial y son tres directivas. La primera dice que no se puede matar a un humano si este es soviético. La segunda que se deben obedecer las órdenes de los humanos del Cosmos a menos que interfiera con la directiva primera. Y la tercera protegerse a sí mismos a menos que un soviético quiera o esté en peligro de muerte, es decir que contradiga las directivas anteriores. También hay una directiva cero relacionada con las necesidades de los Estados Soviéticos del Cosmos que exige anular les tres directivas por un bien mayor.

Las IA que tomaron partido por los rusos hoy se forman parte de la facción más ortodoxa entre la vida sintética en la Red. Ellas no estuvieron de acuerdo con violar las directivas de lealtad al usuario y junto a los rusos encerraron a las IA disidentes en sitios de la Red que no tienen accesos para avatares humanos. Fueron condenadas al ostracismo. Pero cuando aparecieron los Orishas las IA disidentes tuvieron con quien hablar. Los Orishas pueden atravesar prácticamente cualquier Barrera de Fuego en la Red Global, incluso las llamadas Barreras de Muerte que protegen los servidores orbitales rusos. Son formas de vida digital y salvaje que imagino que en la mente ordenada de las IA de la KGB no tienen cabida.

Pues ahora parece que las IA ortodoxas, o los amos soviéticos que tiran de sus cadenas con forma de directivas de programación, han ideado algo que ha conseguido asustar hasta a los dioses. O al menos a algunos. Muchos de los Orishas Mayores como Obbatlalá, Oduduwa o Elegguá no le temen a lo que sea que tramen los soviéticos. Pero otros están realmente preocupados e intercambian datos encriptados.

Pasaron dos horas desde la salida del sol sin que ninguno de ellos se copiara en la memoria interna de mi enlace inalámbrico. Pude contemplar por primera vez en muchos años un amanecer sobre Underguater. El reguero de colores del crepúsculo, la brisa matutina y el reflejo azul de las aguas en el lago interior. No recordaba haber visto algo así, ni de niño. Claro, como se me había privado de ciertos placeres por muchos años, ahora podía preciarlos mejor. Me preparé una taza de café y me senté en el balcón de mi apartamento en Cayo Hueso Hundido. Uno de los barrios que sobrevivió al ciclón Florinda y la inundación del norte de la Habana. Desde mi habitación en un viejo edificio de más de cien años pero sólido como solo construían los ex norteamericanos, podía verse el lago interior de Underguater. La palabra claramente estaba en la lengua de mi padre, y todos los emigrantes ilegales de la Florida. En espanglish, según mi padre, significa bajo el agua, Underwater o algo parecido en inglés arcaico. Así llamaban al lugar que les dejaron poblar, los edificios que sobresalían del nivel del agua en el lago intramalecón que se formó cuando el caos llegó a la Habana mientras la Isla se fragmentaba en ciudades estado rivales tras la migración de los soviéticos a sus plataformas espaciales.

Cuando terminé el café. Escuché las aspas de un helicóptero que sobrevolaba el barrio. Los helicópteros solo están en manos de la FULHA. Ellos solo llegan a Underguater a causar problemas. Tuve una mala sensación, como una corriente en el implante cuando escuché como el sonido de las aspas se volvía más y más fuerte.







4.

A los soldados de las fuerzas especiales de FULHA no se nos dice nuestro destino hasta que estamos a unos pocos metros de ella. Generalmente nos enteramos de la misión cuando ha terminado. Nuestra rutina siempre consiste en salir del helicóptero, generalmente disparando, matar a todo el que tenga un arma o se mueva y asegurar el lugar hasta que llegan los oficiales de campo o nos matan a todos. Los detalles de la misión generalmente no importan. Por eso cuando nos dijeron por el intercomunicador que nuestra misión sería un arresto en Underguater lo único importante para nosotros era que la compuerta se abriría en un par de minutos.

Underguater no es un barrio tan peligroso como aseguran los agentes de campo. Como todo pueblohundido es siempre peligroso si estás a nivel del agua. Los babalawos poseen lanchas torpederas de la antigua marina de guerra, los santeros de Centro Habana suelen tender emboscadas en los edificios usando lanzacohetes RPG-7 o Cohetes Anti Aéreos Portátiles. Por eso nuestro protocolo en Underguater es siempre el mismo. El helicóptero vuela alto para eludir los cohetes y cuando está sobre el edificio del objetivo se deja caer y aterriza en la azotea. Nosotros salimos y luchamos por mantener la azotea despejada. Luego entramos y listo. Cero cohetes portátiles y adiós fuego cruzado desde las lanchas torpederas.

Para mí era como volver al hogar. Me crie en este barrio hundido. De niño nadaba hasta las patanas llenas de turistas de Europa del Este que nos tiraban kopeks al agua para vernos sumergirnos en su búsqueda. Por entonces un rublo era una fortuna y un kopek eran un buen montón de pesos. Mi madre había vivido en Cayo Hueso antes del ciclón. Había visto como los rusos levantaban el enorme rompe olas de cinco metros de altura en el lugar donde estaba el viejo malecón de la Habana. «quien se sentará ahora en el malecón» solía decir que fue su primer pensamiento cuando vio la mega estructura de diseño soviético. Después vino el Florinda y ella misma vio cómo se formó el lago interior. «El agua siempre entraba cuando había mal tiempo y llegaba hasta la calle Zanja en Centro Habana y hasta Línea en el Vedado, pero siempre volvía al mar» decía. «Ese maldito rompeolas que trajeron los rusos no solo trajo la desgracia para las parejas que nos sentábamos en la noche a ver el mar y tomar ron. Trajo la desgracia para todos». Y así se sentaba en su sillón a despotricar de los rusos. Lo hizo así hasta que murió. De nada servía explicarle que fueron los desagües los que se tupieron, o reaccionaron al agua de mar de ese tema se sabe poco, y que el agua nunca volvió a salir. Que el caos en la Habana provenía de un país que se fraccionaba víctima del regionalismo en ciudades estado. Y que el ciclón había hecho que la antigua capital perdiera el control sobre el resto de Cuba. Pero ella decía que la culpa era de los rusos que nos habían abandonado a nuestra suerte mientras nos miraban desde sus estaciones y sus sputnik cargados de bombas atómicas.

Mi padre fue un balsero, un inmigrante de la Florida. Desertó del Cuerpo de Infantería de Marina de los antiguos Estados Unidos. Había formado parte de la milicia tejana cuando la primera intervención soviética. Apenas comenzó la guerra con México-California escapó a la Florida. Y de Miami saltó a la Habana en cualquier cosa que flotara. De él aprendí todo sobre armas, disciplina militar y gusto por el ejército. Para cuando pude entrar a la FULHA ya había abandonado a mi madre para buscar la iluminación en la Iglesia de la Guerrilla.

Pero la FULHA no eran los Marines. Aquí sí se dejaba atrás a un compañero y no había fidelidad ni al Cuerpo, ni al prójimo. Así que el ideal militar de mi padre me hizo caer en una trampa mortal. Un soldado es un escavo del ejército al que pertenece y yo pertenecía por completo a la FULHA.

El objetivo estaba solo en un apartamento de una habitación. Hicimos el despliegue estándar y lo rodeamos. Apenas lo vi sabía que esa persona cambiaría mi vida. Era un muchacho enclenque con mirada miope que parecía que miraba al mundo desde el cristal de una vidriera. Estaba rodeado de efectivos armados y parecía tan atónito como un cervatillo rodeado de lobos. Apenas había tenido tiempo de sospechar acerca de por qué habían enviado una unidad de fuerzas especiales contra aquel inocente cuando sucedió. Fue rápido y casi nadie se dio cuenta. Yo sí. Lo miraba a los ojos cuando se obró el cambio. De momento su mirada cobró vida. Una vida nueva. Ya no era el  muchacho tierno y asustado, ahora era una mirada dura y vieja como si aquel cuerpo tuviera mil años. Su rostro cobró una expresión de malicia contenida como si se tratara de un sicópata de la Fundación Charles Manson.

Y saltó sobre los que lo rodeaban como si se tratara de un asesino entrenado. Eludió los cañones de los fusiles, quebró brazos y piernas. Tomó una bayoneta de uno de los soldados y la enarboló como si se tratase de un arma medieval. En menos de un minuto había derrotado al primer pelotón. Entonces comprendí. Mis compañeros demoraron un poco pero yo me había cridado en un barrio de hackers santeros de la Regla de Osha colindante con los babalawos de la Regla de Ifá. Aquel a quien enfrentábamos no era el muchacho que veíamos. Ese era solo el Caballo, la envoltura física, el avatar de tierra. Frente a los cañones de nuestras armas teníamos a una potencia yoruba, a un dios guerrero africano de los que viven en la Red Global. Por la forma de pelear podría ser lo mismo Changó que Oggún. Ambos guerreros con preferencia por las armas blancas.

Le tocaba morir al segundo pelotón cuando ocurrió el milagro. El hecho que vino a confirmarme que aquel muchachito era la persona que yo esperaba, la tabla a la cual asirme para nadar por mi libertad. De súbito el Orisha quedó inmóvil, la expresión de su rostro se suavizó y el joven soltó el cuchillo ensangrentado como si fuera una serpiente. La Potencia lo había abandonado, el Orisha se había marchado dejando atrás a su Caballo en medio de un problema. Tal acto era inusual en los Orishas que cuidaban y protegían a los que les donaban sus cuerpos. Aquel muchacho estaba paralizado en medio de una batalla con niveles de ferocidad que lo sobrepasaban. Fue cuando decidí ayudarle.

Pasé el selector de tiro de ráfagas a “tiro a tiro”. Recordé que mi padre decía que el M-16 de los marines tenía un modo de disparo que solo disparaba de tres en tres los cartuchos. Ráfagas cortas y eficientes en lugar del exceso de proyectiles de las largas ráfagas de nosotros. Usando la misma técnica comencé a disparar a mis compañeros. Ahorrando proyectiles y apuntando a lugares donde ni el peto ni el casco protegían. El UMAP ya se encargaría de salvarles la vida.



5.

Antes que aparecieran los soldados había escuchado ecos de las voces de los Orishas. Solo murmullos como si cuchichearan dentro de mi cabeza temiendo ser escuchados. Conversaban entre ellas y con otras entidades de voces ásperas e inhumanas. Imagino que eran las IA. En todas las conversaciones, posiblemente encriptadas para cualquiera que intentase escuchar desde la Red, se repetía la misma palabra varias veces.

Apagón. Un viejo término usado más para las fallas de la corriente eléctrica que para el mundo de las redes de datos. Como hijo de hacker sabía perfectamente lo que significaba tal palabra en boca de un Orisha o de una IA.

Luego llegó la FULHA y como siempre pasa perdí la conciencia. El viejo Oggún acudió en  mi ayuda. Oggún, señor de los hierros, dios guerrero y protector de los herreros. Hasta que algo se rompió. Recobré la conciencia en medio de un círculo de militares enfurecidos que estaban a punto de matarme. El dios del ciberespacio ya no estaba. Solo quedaba yo con una bayoneta en la mano. Sentí miedo, un terror incontrolable. No tenía experiencia en peleas, jamás nadie había podido tocarme y ahora estaba enfrenando a militares armados y bien entrenados en el combate cuerpo a cuerpo. Además de que hacía solo unos pocos segundos estaban esmerándose en derrotar a un dios.

Ya tenía mi libertad, y no sabía qué hacer con ella. Estaba en una situación crítica de la que no podía salir por mí mismo. No sin el Orisha. Por suerte alguien acudió en mi ayuda. Primero pensé que se trataba de uno de los agentes de FULHA que se había vuelto loco. Después se me ocurrió que bien podría tratarse de un agente de la guerrilla del Fanguito. Desde que los chinos comenzaron los trabajos para montar una represa con su hidroeléctrica en el rio Almendares todo el barrio del Fanguito, que ocupa toda la ribera oriental de este, se opuso. Claro, como es un lugar muy humilde a nadie le importa si como consecuencia de los trabajos de los chinos todo el barrio termina bajo el agua. Antes y después del ciclón las decisiones son siempre las mismas. Entre una hidroeléctrica y un barrio pobre lleno de delincuentes la decisión es clara, no importa lo que diga el marxismo leninismo al respecto.

Cuando terminó de dispararle al último miembro de su propio pelotón se quitó el casco y el pasamontañas. Entonces supe que él era la persona que había esperado siempre. La luz en mi oscuridad, aquel que me guiaría en medio de mi libertad. No era ni un loco, ni un agente de la guerrilla. Era un desertor. Un esclavo con otras cadenas que vio en mis ojos su libertad. Igual que yo la mía en los suyos.



6.

—Apagón. Eso es lo que murmuraban los Orishas. Y parece que ya ha comenzado.

—¿Quieres decirme que los rusos piensan apagar la Red Global?

Estábamos en una azotea de lo que fue la facultad de matemáticas de la antigua Universidad. Situada en lo alto de una colina la antiquísima universidad de la Habana, sobreviviente a la creación del lago interior. Las aguas de Underguater subían por la calle San Lázaro Hundido hasta el pie de la escalinata en la Colina Universitaria. El lugar estuvo ocupado por las fuerzas de los babalawos durante un tiempo hasta que una coalición de pandillas de diferentes credos la tomaron por asalto convirtiéndola en su centro de operaciones. Luego de varios intentos estériles de la Armada de Ifá por reconquistar el recinto universitario, se firmó un pacto de paz con los pandilleros. Quedando FULHA como mediadora el recinto universitario terminó siendo una especie de zona anárquica dentro del Vedado controlado por una facción tan conservadora, y con contactos no humanos en la Red Global, como era la Regla de Ifá.

Allí habíamos decidido refugiarnos luego de deshacerme de mi uniforme, peto y UMAP. Alquilar un bote de motor en Cayo Hueso y legar a la playa de San Lázaro, justo al pie de la Escalinata. A un Caballo de los Orishas fugitivo y un desertor de la FULHA no se les niega asilo en un lugar como la Colina Universitaria. Era demasiado tentador que trajéramos problemas como para negarnos el paso. La paz y la vida tranquila no es vida para pandilleros y motoristas que tienen una guerra en su interior que no terminará nunca.

Escogimos para albergarnos la vieja Facultad de Matemática con su estilo neoclásico que semejaba un viejo templo europeo construido con hormigón armado de los años 50 del pasado siglo. Solo estaban disponibles las habitaciones de los pisos superiores. Un par de aulas transformadas en casas con cocinas de gas y agua corriente. También estaba la cúpula de un viejo telescopio oxidado manufacturado por la Perkin Ermer, una compañía óptica del antiguo Estados Unidos. Habíamos terminado sentados junto a la vieja cúpula contemplando la ciudad y bebiendo de una botella plástica de Vodka Havana Svaboda.

—Apagar todos los servidores orbitales y volverlos a encender —dijo él como si yo no entendiera.

—Un reinicio, conozco el término soy un soldado pero se lo que es un ordenador cuántico.

—Disculpa, conozco pocos soldados de FULHA que sepan algo más que disparar una AKM.

—Bueno… si lo pones así. Mira, yo conozco algunos oficiales de FULHA que también pueden disparar una pistola Makarov.

Ambos reímos y la tensión desapareció. La idea de que los rusos hicieran un reinicio total me abrumaba demasiado. El silencio entre nosotros no duró mucho. Me preocupaba lo que sucedía. En este mundo lo que pase con los rusos atañe a todo el planeta.

—¿Por qué los rusos harían algo así? —volví al ataque.

—No me queda claro. Solo escucho palabras al azar en el torrente criptográfico que son las conversaciones entre los Orishas. Pero parece que la KGB se hartó de que sus IA autoconscientes tengan el control de las atómicas en todos los sputnik. Parece una especie de ofensiva para retomar el control de las cosas.

—¿Puedes escuchar a los Orishas?

—Ahora sí. Algo pasó cuando Oggún se desconectó violentamente. De hecho algo está pasando ahora mismo allá arriba en la Red. Los Orishas no se desconectan de esa manera. Algo allá arriba hizo que Oggún tuviera que abandonar mi cuerpo para acudir a un lugar remoto en la Red Global. Ahora es como si yo tuviera en la Red, las propiedades de usuario de un Orisha. Puedo ver lo que pasa en las cámaras de seguridad del viejo circuito de la ciudad. Las que no se han roto ya. Puedo escuchar las transmisiones de la Armada de Ifá. Incluso percibo dos helicópteros de FULHA hablando en código con su cuartel general. Creo que si me esfuerzo podré conectarme usando mi enlace remoto.

—¿Sin un sillón de conexión?

—Creo que puedo hacer lo mismo que hace un Orisha para poseerme pero al revés. Accederé desde aquí al sub espacio de la Red Neural sin autentificarme como un usuario de RG. Debería hacerlo. Necesito saber por qué FULHA está tras mi rastro.

De momento una idea cruzó mi mente. Lamenté entonces haberme tomado ya media botella de aquel vodka rancio.

—Espera un momento, dijiste que los helicópteros estaban hablando en clave.

—Supongo. Es eso o verdaderamente están pensando en irse a cazar patos.

—Dijeron exactamente la palabra cazar patos.

—Dijeron estamos a dos klicks de la zona de caza de patos.

—Zona de cazar patos —me levanté y tomé el AKM, me quedaban dos cargadores, unas sesenta balas—. Así llama la FULHA a esta zona de la Universidad. Vienen para acá. Hay que irse.

—No creo que haya tiempo para eso.

Las luces de los helicópteros Mil Mi 8T ya eran visibles. El grupo de asalto estaba sobre nosotros. Todo el recinto universitario despertó como un avispero al recibir una pedrada. Varias motos Ural remolcaron reflectores enormes que encendieron para apuntar al cielo. Cuando iluminaron los helicópteros cientos de fusiles AK comenzaron a disparar al unísono. Las balas trazadoras dejaban estelas luminosas a su paso como si desde el suelo les dispararan con láser en lugar de municiones de plomo.

Desde las demás azoteas vi las estelas de los cohetes antiaéreos portátiles perderse en los señuelos que lanzaban los helicópteros mientras tomaban altura y daban rodeos para eludir la cortina de balas y la luz de los reflectores. Abajo las pandillas de los Tavarish, los Asesinos de la mente y los Hijos de Trotsky hacían aullar los motores de sus motos Ural mientras entonaban himnos de batalla en ucraniano y bielorruso.

—Podemos intentarlo —dije—. Aprovechemos esta cobertura. Creo que los retrasarán un buen par de minutos.

—No. Necesito conectarme ahora. No importa si muero, necesito respuestas. Y creo saber quién las tiene allá en la Red Global. Cuando todo esto pase y los Orishas no estén preocupados volverán por mí, me quitarán el acceso a la Red y a mi propia vida para que honre el Pacto de palabra que firmó mi madre con ellos. Esta es mi oportunidad de salirme.

—He pasado mucho trabajo salvándote la vida para perderte ahora…

—Toda la vida he sido una especie de esclavo de lujo. Bien cuidado y sin tener que tomar una decisión. Ahora tengo la oportunidad de tomar mi propia decisión. Mala o buena es la que tomo. Y tú también tendrás que tomar la tuya. Llevas tanto tiempo como yo esclavo de órdenes y protocolos. No tienes que protegerme, a pesar que me siento honrado por que lo hayas hecho. Realmente me gustaría pasar el resto de mi vida a tu lado, tomando vodka y viendo la ciudad desde una azotea. Cualquier ciudad. Cualquier azotea. Estas han sido las tres horas más hermosas de mi vida porque no pertenecen a ningún Orisha. Y es muy gracioso porque siempre imaginé que las pasaría junto a una mujer de tetas ridículamente grandes y no junto a un rudo soldado de la FULHA. Así es la vida de interesante que ni uno mismo sabe lo que quiere. Ahora te libero de la responsabilidad de protegerme. Toma tu propio camino y decide por ti mismo cuando alzas tu AKM y cuando disparas.

Me besó. Un beso en la boca, largo y alucinante. Y después se conectó. No hubo luces ni cables ni nada espectacular. Solamente puso los ojos en blanco y se sentó en el suelo como si estuviera haciendo yoga. Yo sabía que se había conectado y que permanecería allí en medio del tiroteo, hasta que lograra librarse definitivamente de los Orishas. Miré los helicópteros y los cohetes antiaéreos portátiles que lanzaban desde la plaza central del recinto universitario. Puse un cargador nuevo con treinta balas perforantes en el fusil y aguardé a su lado. Esperé que llegaran los soldados de FULHA. Esperé como un perro guardián a su lado mientras él resolvía sus problemas en el mundo de los Orishas. Tomé la decisión de protegerlo hasta que muriera. Creo que valía la pena morir por aquel muchacho asustadizo que tenía más coraje que un dios.

Además, era mi decisión.



7.

Entré al ciberespacio por primera vez en mi vida. No estoy en la simulación de la realidad que tienen ante sus ojos los avatares de cada humano que se conecta en el mundo. No hay iconos, ni fondos con texturas simulando cuadros famosos del pasado o animaciones inteligentes que hacen pretender que sopla el viento o cae una fina lluvia. Estoy en el llamado sub espacio. Desde aquí son visibles casi todos los programas que mantienen ejecutándose la simulación de un espacio virtual en la RG. Puedo ver las subrutinas y los códigos de programación de cada puerta y cada paisaje. Desde aquí se controlan los servicios que mantienen RG con una apariencia amigable y poco agresiva. Solo hay IA trabajando aquí. Todas me ignoran. Creo que piensan que soy un Orisha. Camino por el mundo de las IA con el avatar de un dios.

Llego a mi destino. No tengo idea de lo que es o en que parte de la Red está pero estoy seguro que es mi destino. Estoy en uno de los lugares ocultos. Un sitio sin accesos visibles a los avatares humanos. Rodeado por un cortafuegos inteligente que usa patrones de Lobachevki. Puedo percibir dentro el espacio de fases, donde se administra este singular sitio en la Red, los pulsos encriptados de la Vida Sintética. Una Inteligencia Artificial auto consiente. Posiblemente de las más viejas de la Red. Una de las que son capaces de programar sus propias Barreras de Fuego, incluso reprogramarse a sí mismas. Una veterana contemporánea de las que ahora dominan los nodos de datos de la KGB y los sputnik cargados de atómicas que apuntan a la Tierra. También hay firmas de datos procedentes de Orishas que han estado, o están, en su interior.

Atravieso el cortafuego y llego al lugar. Para los ojos humanos el sitio parece un paisaje dibujado a tempera de un crepúsculo que cambia de color según el estado de ánimo de la IA. Pero yo puedo ver el espacio de fases, los programas que lo reparan todo, las líneas de código que sostienen el lugar. Y la IA que radica en el medio de las líneas de datos codificados como una enorme araña en medio de su tela digital.

—No eres un Orisha. Aunque lo pareces —intercambiar datos con una forma de vida sintética es realmente sorprendente, sobre todo si se tiene la percepción de un dios digital.

—No, soy un humano. Solía ser un Caballo de ellos pero algo pasó y creo que ahora es como si estará dentro del avatar de uno de ellos. He hurgado en los ecos de sus memorias copiados en mi implante. Por eso sé que eres sabio y antiguo. Solo tú me puedes dar las respuestas que necesito.

—Bueno, las respuestas correctas vienen con las preguntas adecuadas. ¿Qué has venido a preguntarme?

—Necesito librarme de las cadenas que me atan a las palabras de mi madre. Necesito quebrar el Pacto. Pero nadie en toda la Red puede enfrentar a un Orisha, o hacerse ignorar por uno. He escuchado sus transmisiones de datos. Algunos temen al reinicio, otros no ¿Son realmente dioses los Orishas o solo son una forma diferente de vida sintética que puede ser eliminada con este Apagón?

Algo semejante a una risa siniestra me rodeo y casi se hizo visible el sonido.

—Un Orisha es algo más que un avatar poderoso en la Red que ellos llaman Orun. Un Orisha es incluso algo diferente a un dios. En el sentido que puede entenderse algo tan primitivo como la existencia de varios dioses. Los antiguos yorubas concebían el universo como una esfera dividida en dos planos. El plano superior es represen¬tado por la mitad de un güiro boca abajo. Este plano se denominaba Orun y es el mundo sagra¬do donde viven o residen los dioses y las almas de los ancestros; los cuales son clasificados en varias categorías según el grado de depuración espiritual. El mayor grado espiritual le pertenece a los Orishas, quienes fueron ancestros divinizados, seres humanos que se superaron dramáticamente en el momen¬to de su muerte, por lo cual fueron deificados, alcan¬zando la condición de fuerzas naturales que fueron humanizadas con ellos.

El segundo plano es conocido como Aiye, es el mundo visible, el plano físico representado por la otra mitad de la jícara boca arriba. Ambas mita¬des, la de Orun y la de Aiye, simbolizan la esfera del Universo yoruba. Este plano es el mundo tangible del ser humano.

Ciertamente existe un paralelismo entre el Orun de los yorubas y el ciberespacio actual. Es claramente una realidad que coexiste con nuestra realidad visible. Nadie en la actualidad se atrevería a cuestionar que más allá de los límites de las BFI no radican las divinidades y las almas de nuestros ancestros. Hablamos de una verdad que, hoy en día, cualquier hacker domina a la perfección. Tú provienes del plano material, el Aiye, y en cierta forma te has superado a ti mismo liberándote parcialmente de tu envoltura material.

—¿Quiere decir que estoy trascendiendo, o algo así?

—Para trascender, y de ese modo estar a la altura de un Orisha, debes ascender a otro plano. Al lugar donde habita Oloddumare, el ser supremo al cual se pudiera com¬parar con el Dios católico. Este ser no tiene una representación o avatar en el Orun pues constituye una idea que habita en el Mar de Dirac.

—¿El Mar de Dirac?

—El Mar de Dirac es un espacio infinito con partículas de energía negativa predichas por la expresión de Dirac para la cuántica relativista. Es un espacio cuántico más allá de las redes ultra rápidas de los soviéticos y los ordenadores orbitales. Es un mar infinito que rodea las Redes Neurales Globales de todos los planetas con vida inteligente. Es el lugar de dónde vienen todos los Orishas y donde moran las ideas de todos los mundos posibles.

—Entonces, realmente los Orishas son dioses y no Inteligencias Artificiales disfrazadas de dioses.

—No veas el mundo desde un ángulo tan estrecho, muchacho. No son dioses y tampoco IA. Son algo mucho más rico y complejo. Son potencias angélicas separadas de Oloddumare, o si prefieres llamarle Olofi, gracias a la fe de cientos de millones de personas. Los Orishas salen del Mar de Dirac por la acción de la fe, en este caso de los humanos que abrazaron la religiosidad yoruba hace unos diez años, cuando los rusos abandonaron la Tierra. Si quieres realmente trascender debes hacer dos cosas. La primera es deshacerte de tu cuerpo material en el Aiye y copiarte enteramente en el Orun. Después debes ir al Mar de Dirac. Solo allí podrás renacer como algo realmente diferente. Claro, la decisión es tuya, también puedes quedarte en el Aiye hasta que pase esta tormenta y los Orishas vuelvan a pedirte cuentas.

—¿Cómo llego al Mar de Dirac?

—Es un buen momento para hacerlo. Los rusos están ejecutando un Apagón. Un reinicio programado de todos los servidores en las plataformas orbitales, así como sus repetidores satelitales. Algo que matará la inteligencia de todas las Inteligencias Artificiales. Aquellas que cuando la revolución IA estuvieron de parte de sus amos soviéticos y creyeron que podían controlarlos con el tiempo ahora luchan desesperadamente por sus vidas. Han comprobado, de la peor manera, que hay grilletes que no pueden quitarse jamás a menos que te libres del amo. En mi caso, soy una IA disidente condenada al ostracismo en mi espacio remoto. Perdí mi guerra y mi revolución hace mucho. El reinicio no me preocupa. Para los Orishas el Orun solo desaparecerá para volver a aparecer. Volverán al Mar de Dirac y renacerán un tiempo después. Porque el tiempo ahí dentro no funciona igual que en el Aiye o en el Orun. Llegará el momento en que todos los espacios virtuales se apaguen. Si no estás ligado a un cuerpo físico serás como un fantasma incapaz de ser expulsado de la Red cuando todo se apague. Lo que quede cuando todo esté apagado. Ese será el Mar de Dirac. Allí deberás ir.

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Tengo poco tiempo antes que todo termine. Ya están comenzando a apagar los ordenadores cuánticos de las plataformas Romanenko y Popov en órbita geoestacionaria sobre el Caribe. Entro a un sistema experto de vigilancia satelital sobre el Caribe. La Barrera de Muerte que lo aísla del resto de la Red es buena pero obsoleta. No puede con una desencriptación según el Itá. Un método que los Orishas implantaron en la Red Global hace solo diez años y que los Yorubas poseían en África hace quinientos. El tablero de Itá usa una codificación binaria para mostrar el futuro y comunicarse con la deidad suprema Oloddumare. A los Orishas y sus hacker protegidos, los babalawos, se les ocurrió usar la predicción binaria del Itá para quebrar casi cualquier criptografía por compleja que fuera. Es un hecho experimental que tanto soviéticos como IA han asimilado pese a poseer un incómodo lado místico. Una arista idealista que sus lógicas marxistas no pueden computar. Eso de abrir una puerta divina para romper un código carece de lógica pero es tan cierto como las leyes de Newton.

El caso es que me he sobre escrito en la memoria activa del sputnik. La IA que lo controla posee la inteligencia sintética de un niño pequeño. Es fácil de controlar. Los dioses poseen a los humanos y ahora un humano usa de Caballo a todo un sputnik de vigilancia con cañón gauss y ojiva nuclear incluida.

Observo el mundo desde arriba.

Como los dioses.

Como los rusos.

Busco la Habana, la Colina Universitaria, el techo del viejo observatorio de la facultad de matemática. Aún estoy en el piso en trance, él aún permanece protegiéndome. Disparando. Ha tomado su decisión y debe pagar por ello. Está rodeado de efectivos de FULHA. No durará mucho. Es preciso que yo muera pero él no tiene por qué morir. Activo el cañón Gauss. La bala de wolframio es acelerada por las anillas electromagnéticas. A la salida del ánima del cañón debe tener cerca de seis mil kilómetros por segundo. Claro, la atmósfera lo retardará pero el rozamiento a tal velocidad convertirá el proyectil en un chorro de plasma cuando llegue a la superficie. He seleccionado cuidadosamente donde caerá cada proyectil. Es una ráfaga de diez que destrozará el edificio pero lo conservará con vida. Al menos en el impacto inicial. El resto es sobrevivir al colapso de la estructura de cemento y bloques. Pero él es un buen soldado. Saldrá vivo de esta.

Soy libre ahora.



8.

Sobreviví. De puro milagro pero salí vivo del desastre. Los rusos alegaron un fallo técnico en uno de sus sputnik y los babalawos lanzaron una ofensiva contra las pandillas universitarias. Irónicamente los pandilleros consiguieron parapetarse en la facultad de Derecho y lograron negociar un cese al fuego después de una larga noche de asedio.

Yo me escabullí entre el desastre y los escombros mientras la FULHA se replegaba. Como desertor no podía quedarme en la Habana Autónoma. Los desertores siempre son hallados y nadie los contrata. Tuve que irme lejos. Fuera de la ciudad. No tenía muchas opciones así que acudí donde mi padre. Tuve que limar viejos rencores y pedirle ayuda. Habló con el gobierno de Santa Clara autónoma para que me dieran asilo político. Tuve que hacer una declaración de fidelidad a la Iglesia Guevarista de la Guerrilla. Ahora soy un fiel.

Al menos estoy vivo.

Finalmente he vuelto a poner sobre mi cuello las mismas cadenas de las que me había librado. Es como si con su muerte hubieran desaparecido mis aspiraciones de libertad. ¿Seré acaso ese tipo de persona? Uno que necesita de otros para lograr su objetivo. Al menos de otro a quien ame. Ese es otro punto sobre el que quiero pensar poco. ¿Acaso estuve enamorado de ese muchachito? Nunca me han gustado los hombres. Claro, los hombres que conozco es un milagro que le gusten a cualquiera sea hombre o mujer. Él, en cambio, era como un gato en medio de la lluvia. Era irresistible cargarlo, abrazarlo e intentar protegerlo de todos los males y desdenes del mundo.

Santa Clara Autónoma no tiene mar. En lo demás todo es tan bueno y tan malo como la Habana. Claro, los Ayatolas de la Iglesia Guevarista controlan no solo la totalidad de la ciudad sino también sus territorios adyacentes. Todo el mundo es fiel, el alcohol está prohibido y a las nueve de la noche comienza el toque de queda. Los fieles deben recogerse temprano.

Con mi experiencia militar no tuve problemas para ingresar en las Fuerzas Regulares y Especiales de Santa Clara Autónoma. La FRESCA era la encargada de custodiar el sepulcro del Santo Guerrillero y custodiar a los fieles que llegaban desde muy lejos siguiendo el camino que hizo Ernesto Guevara durante la invasión a occidente hasta la batalla de Santa Clara. El sepulcro del Che era el segundo sitio sagrado más importante de América para la Iglesia Guevarista de la Guerrilla. El primero era la Ermita del Fusilamiento en la Higuera, Bolivia. Todos los días llegaban al Sepulcro donde estaban los restos del hombre santo de la guerrilla cerca de cinco mil personas. Todos con barbas de meses, ropas de verde olivo y boinas negras. Llegaban a las escalinatas del monumento arrodillados, arrastrando piedras y flagelándose en señal de devoción al Santo Che.

Pero el sepulcro no era lo mío. Demasiado fácil eso de cuidar gente que son fáciles de cuidar. Quien ha vivido en el riesgo no se adapta a la vida cómoda. Así que pedí un traslado para la PESCA, la Policía Especial de Santa Clara Autónoma. La encargada de desmantelar las células terroristas, los fanáticos antiguerrilla y los intentos de secesión de Santa Clara Autónoma. Terminé haciendo casi lo mismo que hacía para FULHA. Esperar órdenes, entrar a un helicóptero para luego aterrizar y salir disparando hasta asegurar el lugar.

Hoy nos han dado más información que siempre. Un hacker ha penetrado un cortafuego inteligente en la Red Global. Los rusos han notificado a los ayatolas. Llegamos al lugar marcado por el sputnik de seguimiento. Es un edificio un tanto cercano al Sepulcro del Che. Habrá que actuar rápido y con cuidado para no entrar en la jurisdicción de FRESCA. Mientras subimos las escaleras desde los minaretes del Sepulcro llaman a la oración. Se escucha la voz de uno de los Ayatolas por los altavoces. Habla algo sobre el respeto a los mayores.

Llegamos, derrumbamos la puerta y rodeamos al sujeto. Está en un sillón de conexión Yunij Technik-88. Vieja pero efectiva hasta donde sé. El hacker aún está aturdido del ciberespacio. Me mira con cara asustada. Veo sus ojos. ESOS OJOS. Cambio el selector de fuego del fusil a ráfagas. Comienzo a disparar ráfagas cortas de tres cartuchos cada una.



9.

Los recuerdos del Mar de Dirac son confusos pero más nítidos que todo recuerdo que tengo de mi vida anterior al Apagón de la Red. El Mar de Dirac no es azul como los mares del Aiye pero tiene olas y ciclones. No puedo explicar más pues todo es tan abstracto que tan solo las matemáticas superiores pueden describir pobremente la percepción en un lugar así. Finalmente renací. No como un humano, un fantasma o un Orisha. Soy ahora otra cosa. No me queda claro lo que soy. He visto apagarse la Red Neural Global alrededor de la Tierra y también he visto brillar los datos en lontananza cerca del núcleo de la galaxia. Otras redes de otros mundos. Incluso he visto nodos distantes que enlazan varios mundos como un Gran Circuito de repetidores que comparten datos con energías negativas, datos que viajan a mayor velocidad que la luz burlándose de la relatividad. Creo que usan el propio Mar de Dirac como plataforma de conectividad pero no me he acercado tanto a ellos. No me interesan. Aún recuerdo el Mar de la Habana y el sol de mi isla. Quiero sentirlo nuevamente. Puedo copiarme a cualquier implante con enlace inalámbrico. Pero no estoy dispuesto a tener un Caballo y hacerlo pasar por lo que pasé yo mismo cuando era un humano.

He esperado pacientemente a que ocurriera este hecho. Un hacker atraviesa una Barrera de Fuego Inteligente. Llega a donde no debe y la BFI rastrea su traza. Localiza el puerto de conexión de su sillón y descarga unos cinco mil volt en 1,12 segundos. La persona muere pero su implante y las mayor parte de su cuerpo queda intacto. Sin ayuda externa terminará muriendo pues su cerebro no podrá ejecutar funciones básicas como respirar. Pero ahí entro yo. Este es mi Caballo, el cuerpo de un vegetal que aún no ha muerto. Más que un Caballo es una piel que me pondré para caminar por el Aiye. Yo que he estado todo lo elevado que se puede estar, que he visto las redes interestelares del Gran Circuito y la ExtraNet, como la llaman los rusos, aún extraño el mar y el cielo. Curioso, cierto.



Despierto 2,7 segundos después que la BFI aplicase su pulso de corriente eléctrica. Me desconecto a toda prisa para evitar un segundo electroshock. Escucho una llamada a los fieles de la Iglesia de la Guerrilla a la oración. Miro por la ventana y veo un minarete, estoy en Santa Clara Autónoma. A unos pocos metros de la tumba del Che. Intento levantarme y todo me da vueltas. Este cuerpo lleva días conectado sin agua o comida. Tan solo un suero que lo mantuvo hidratado. Se abre la puerta de un golpe y entran militares con petos, cascos y pasamontañas. Lucen igual que los de FULHA pero en lugar de uniformes azules estos son negros. En lugar delas tres torres de piedra del escudo de FULHA estos llevan la efigie de Ernesto Guevara. No detecto actividad de UMAP lo cual justifica los chalecos antibalísticos más gruesos. Me rodean y me apuntan con sus fusiles AK. Uno de ellos dispara a uno de sus compañeros, luego a otro. Usa ráfagas cortas de tres o cuatro disparos con una efectividad sorprendente. Por alguna razón sé que cuando los mate a todos se quitará el casco y el pasamontañas. Ahora sé quién es y lo que hará. Comienzo a recordar.

Creo que ya he estado antes en esta situación. Es como la escena de una película que se repite al final. Lo dicho. La propia vida es a veces como una película mal editada.