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Pluriempleo

Manzanaro, Ricardo

Aparición a medianoche

Pasaban dos minutos de la medianoche, cuando el espectral individuo logró acceder al interior del edificio, a través de un estrecho hueco, de imposible acceso para cualquier humano, pero no para él, un famélico ser en el que los huesos amenazaban con perforar la raída y putrefacta piel.

En el interior, un hombre, elegantemente vestido, leía textos en los que se repetían palabras como “terapia”, “síndrome” y “complejo”.

En ese momento, el monstruo irrumpió en la habitación, bramando los terribles hechos de su maldita vida, mientras de sus vísceras al aire goteaban líquidos pestilentes.

El otro, muy sereno, comenzó a interrogar al espectro acerca de por qué venía, y de su vida, a lo que este respondió. Media hora después, el zombi salía de la vivienda, más animado y prometiendo volver.

Una placa en el exterior del portal rezaba: “Dr. Hernández. Psicólogo. Experto en satanismos y posesiones”. Lo que la gente que leía eso no se imaginaba era que él hacia terapia a los espectros y los demonios.

 

Mote

Como la tenía un poco voluminosa, sus padres y conocidos siempre se habían referido a su cabeza como “la calabaza”.

Aquel año, al ver las expresiones de terror de la gente, tras mostrar su calabaza para Halloween, sospechó que se había equivocado en algo.

 

Terror tras la puesta del sol

Todos los días, según progresaba el atardecer, la angustia carcomía a Juan. Una vez desaparecía atisbo alguno de la luz solar, hordas de zombis se levantaban de sus tumbas y acosaban la casa de Juan, ansiando probar su carne. Luego, cuando faltaba poco para el amanecer, retornaban a sus tumbas.

En aquella jornada, la terrorífica rutina comenzó de nuevo. Se fue la luz del sol. Se levantaron los espectros, marchando hacia la casa de Juan. Pero, inesperadamente, sólo media hora después, la luz regresó. A los zombis no les dio tiempo a regresar y murieron carbonizados.

Juan se libró de los monstruos gracias a un eclipse total de sol.   

 

Pluriempleo

Juan Miguel se dijo mentalmente que le darían el Nobel al tipo que descubriera por qué a las mañanas, antes de trabajar, si siempre se hacía lo mismo, unas veces se terminaba con tiempo de sobra y otras se llegaba al inicio del horario laboral a falta de segundos.

Juan Miguel se sentó en su despacho, se colocó la unidad de control y ya escuchó la señal de de activación para comenzar su trabajo. Afortunadamente, en este primer trabajo de los que debía prestar durante su horario laboral, no necesitaba desplazarse. Así que dio la orden de inicio. En milésimas de segundo, la señal salvó la distancia que le separaba del robot, y llegó al centro de control del autómata, haciendo que se pusiese inmediatamente en marcha. La imagen que veía Juan Miguel era siempre la misma, y lo único que variaba era el trabajo a realizar. Tras examinar el tipo de tela que debía coser, Juan Miguel ordenó al robot que tomara hilos de colores y texturas diferentes, y luego especificó el procedimiento a llevar a cabo. El robot comenzó a coser, según lo estipulado por Juan Miguel.

En ese instante sonó el aviso de comienzo del horario de su robot electricista. Examinó las tareas a realizar y estableció el plan de actuación para la jornada. Lógicamente, en este trabajo si había que desplazarse. Entonces Juan Miguel guió desde la sala de control al robot electricista, mientras ojeaba periódicamente como cosía el otro. En el plazo de 15 minutos sonaron dos avisos más. Poco después, Juan Miguel conseguía coordinar al robot cosiendo, al segundo arreglando electrodomésticos, a otro que suministraba guías y folletos de información a los visitantes del museo marítimo, y a un cuarto que atendía en un comercio de alimentación. A partir de las 13.00, cuando había algunos momentos de relativa tranquilidad, aprovechaba para comer algo. Tenía una mini-nevera y un microondas al lado de su lugar de trabajo. Y, cuando podía, se calentaba la comida cocinada la noche anterior, y se la zampaba con rapidez. A la tarde, el estrés se incrementaba extraordinariamente, porque se sumaba un trabajo que demandaba mucha atención. A las 18.00, un robot camarero, controlado por él, comenzaba a servir en un bar de copas.

Y así transcurrió la jornada, dominada por ese frenesí de tener que controlar a la vez la labor de cinco robots. Suele pasar que uno está acostumbrado a una inhumana jornada laboral, pero va tirando, como si estuviera en "piloto automático", hasta que llega un día en que, por la razón que sea, se para a pensar y se da cuenta de la porquería de vida que lleva. En el caso de Juan Miguel, esa noche, revisó el correo, descubriendo que el banco le había actualizado el tipo de interés de su préstamo y ahora tenía que pagar más de intereses. Esto suponía que ya no llegaba a fin de mes. Tenía que coordinar hasta cinco robots a la vez, para ir sumando los miserables sueldos que cobraba por ellos, y ahora ya no le servía ni para evitar los números rojos.

Y fue en ese momento de desesperación, con su mente en blanco, mientras ojeaba automáticamente un suplemento dominical, cuando Juan Miguel se fijó en un artículo, titulado "Como hacer un buen organigrama". Y entonces se le encendió la bombilla...

La estrategia resultó bien. Adquirió tres nuevos robots y los "nombró" coordinadores, dirigiendo cada uno de los cuales a su vez a cinco robots en sus respectivas labores. Así Juan Miguel sólo tenía que controlar y supervisar a los coordinadores. Tras los buenos resultados de esa estrategia, semanas después, decidió ir ampliando su poder laboral. Y ahora, transcurrido un año desde el día en que se le ocurrió la idea, había cuatro robots coordinadores, cada uno de los cuales controlaba a cinco sub-coordinadores, los cuales a su vez se encargaban de dirigir a los robots operarios, que trabajaban en labores de lo más variopintas. Y, gracias a aquellos más de veinte empleos y treinta robots, Juan Miguel llegaba a fin de mes con cierta holgura

 

 

Ricardo Manzanaro (San Sebastián, 1966) Médico y profesor de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco). Mantiene un blog de actualidad sobre literatura y cine de ciencia-ficción ( http://www.notcf.blogspot.com/ ). Asistente habitual desde sus inicios a la TerBi (tertulia de ciencia-ficción de Bilbao), y actualmente preside la asociación surgida de la misma “TerBi Asociación Vasca de Ciencia Ficción Fantasía y Terror” ( http://terbicf.blogspot.com.es/ ). Tiene publicados más de 40 relatos