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Tenía la carta en la mano

Pérez Gallo, Víctor Hugo

A mi amigo Manuel,
que en Zaragoza
vive mundos paralelos.

Tenía la carta en la mano para protegerla de la humedad. Había estado lloviendo todo el día. Miró fuera de la chabola el agua que corría hasta perderse en el monte.

Mañana sería 7 de diciembre de 1896, día en que el Mayor General Antonio Maceo y Grajales y su ayudante de campo e hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez, el capitán Panchito Gómez Toro, debían morir ambos en una escaramuza sin importancia, traicionados por uno de los muchos agentes a sueldo que los norteamericanos tenían entre sus tropas.

Pero él sabía lo que iba a ocurrir y por eso mismo tenía en la mano una carta falsa de Gómez, carta donde se le ordenaba a Maceo levantar el campamento hoy mismo y regresar a territorio de La Habana para reunirse con él.

Empezó a dar vueltas por el campamento; un piafar de caballos, dos mambises limpiando un vieja tercerola a su izquierda, un caldo que se cocinaba a la derecha. El jefe militar mulato estaba al final hablando con sus ordenanzas.

Como en sueños se le acercó y gritó: —¡General Maceo, correo urgente del General Gómez!

Y como en sueños lo vio abrir el sobre y sin dudar de su contenido ordenar de inmediato recoger el campamento y dar de beber a los caballos, que para mañana deberían estar en la provincia de La Habana.

Después sólo fue esperar.

Cuando viajó al pasado sabía que sería inmortal, que tendría que vivir todo el tiempo desde finales del lejano siglo XIX hasta su siglo XXV, pero que así al menos disfrutaría la ventaja de ver los cambios que como en su propia línea temporal tendrían lugar en aquel pequeño país sin importancia que era Cuba y que, decididamente, no influirían de modo notable en el orden mundial.

Maceo no murió; siguió desarrollando su guerra de desgaste en el Occidente del país y se opuso vehementemente a la intervención norteamericana en Cuba. “Creo que como único estaría de parte de los españoles sería en caso de una invasión de los norteamericanos”, había dicho.

Por eso no sorprendió a muchos el armisticio firmado entre cubanos y españoles ante el enemigo común, ni la unión de sus fuerzas en la grandiosa batalla de La Socapa, donde tuvo lugar la inesperada y humillante derrota de las potentes fuerzas norteamericanas[1] que habían invadido Cuba por Oriente. En tal acción militar fue tomado preso el general Shafter y “un hombre pequeño y cobarde que lloraba de miedo”, según testificó Roa, “de apellido Platt”, que tiempo después llegaría a ser senador en su país. Entre los muertos estaba Teddy Roosevelt.

Maceo pidió a cambio de los miles de prisioneros diez millones de dólares que, aunque renuente, al final tuvo que pagar Wall Street, bajo la presión del poderoso estado de opinión que se creó en la población norteamericana. Los libros de historia dicen que quizás sólo ha existido otro tan fuerte cuando el pueblo alemán se opuso a la invasión de Vietnam en 1968 por el V Reich.

Precisamente con ese dinero es que Maceo puede luego reactivar la economía cubana, tan debilitada por la larga y cruenta guerra.

Entretanto los mambises, unidos a la escuadra del Almirante Cervera, rechazan a la poderosa flota yanqui, ya que el viejo marino hispano no sale a presentar una suicida batalla naval en mar abierto, como le habían ordenado, sino que deja a sus navíos prudentemente fondeados en la bahía de Santiago, bajo la protección de la potente artillería con base en tierra del Morro local, y se limita a tirarles torpedos de manufactura mambisa a los acorazados yanquis, así como a hacerlos víctimas de diversos sabotajes, valiéndose de pescadores cubanos que conocían muy bien la zona.

Es conocido por todos cómo por esos mismos días el Titán de Bronce, como han llamado después los historiadores a Maceo, sometía a juicio militar al general Calixto García por permitir a los yanquis desembarcar en Cuba y, pese a la intercesión de Gómez por el viejo militar, fusilaba inexorable al General García[2] por traidor

Los primeros años del siglo XX son testigos de la instauración en Cuba de una auténtica dictadura militar por quienes habían formado parte del estado mayor de Máximo Gómez[3]#. Dictadura velada al principio[4] porque votan los Partidos Republicano y Nacional, grupos políticos formados tras la disolución del Partido Revolucionario Cubano por Maceo, argumentando que si el fin para el que se creó, la libertad de Cuba del yugo español, ya había sido alcanzado, no tenía sentido su existencia.

Después de la muerte del popularísimo general dominicano, en 1905, Antonio Maceo es elegido en elecciones libres y democráticas como primer presidente de la República de Cuba y como vicepresidente Panchito Gómez Toro.

La primera medida dictada por el flamante mandatario es fortalecer al Ejército Mambí e institucionalizarlo, priorizando a los viejos combatientes por sus años de lucha. A Doña Leonor Pérez, madre de Martí, le otorga una generosísima pensión vitalicia, al tiempo que fomenta la construcción de Universidades en las ciudades de Santiago de Cuba y de Camagüey. Otras medidas populistas toma el nuevo gobierno: declara la educación y la salud gratuitas derecho de todos, funda escuelas públicas, reparte tierras entre sus hombres y los campesinos, prohíbe los latifundios y fija un precio límite a los productos alimenticios. Se dedica a construir una muy necesaria carretera central desde la capital hasta Santiago de Cuba y a industrializar el país. Proclamando que el principal enemigo de la nacionalidad cubana son los Estados Unidos, y que su misión histórica sería “impedir que estos cayeran con esa fuerza más sobre nuestros pobres pueblos de América”.

Don Tomás Estrada Palma[5], entonces senador y antes último presidente del Partido Revolucionario Cubano, tras la muerte de José Martí, se opone con todas sus fuerzas a muchas de estas medidas, que afectan los intereses de los bancos ingleses y norteamericanos, y sus ardientes panfletos en contra de lo que llamaba “el militarismo civil de Maceo” son publicados en los últimos ejemplares del luego prohibido periódico Patria.

Poco después Estrada Palma se levanta en armas, apoyado por las tropas de los generales de la Guerra de Independencia Gerardo Machado y Mario García Menocal. Durante los primeros días todo pareció irles bien, pero pronto las tropas mucho más numerosas y mejor armadas de Maceo y Quintín Banderas rodean a sus efectivos, y él y los suyos mueren todos macheteados en masacre muy criticada por la opinión pública mundial.

Muchos reprenden las supuestas y superiores prerrogativas de los negros sobre los blancos durante la presidencia de la república de Antonio Maceo, pero nada más incierto: los hechos históricos dicen bien claro que el hijo de Marcos y Mariana siempre tuvo claro que hombre significa más que raza.

En 1930, a la muerte del Titán de Bronce como consecuencia de las decenas de heridas sufridas durante sus años de guerra, Panchito Gómez Toro lo sucede en la presidencia del país.

En 1933 se produce una pequeña revuelta de nuevos anexionistas que querían abrir el país a inversiones extranjeras. Sin poder controlar otros puntos claves políticos ni militares, se parapetan en el Hotel Nacional, esperando atraer con su alzamiento la atención de la prensa mundial. Pero Gómez Toro, inflexible, ordena quemar al hotel con todos los rebeldes adentro y cuando el oficial al mando se niega a cumplir tal orden alegando “razones humanitarias”, un oscuro sargento de apellido Batista lo destituye del mando y personalmente maneja los lanzallamas que incendian al histórico inmueble, siendo de inmediato ascendido personalmente a coronel por Panchito Gómez Toro, como reconocimiento a esa brillante y audaz acción.

Por otro lado, tras años de que los comunistas le dieran continuos dolores de cabeza, el gobierno finalmente ilegaliza el Partido y rompe relaciones con la URSS, con el beneplácito del potente vecino del norte, los EUA… aunque el presidente de Cuba dice claramente que  no le importa mucho si los Estados Unidos aprueban o no su nuevo sistema de relaciones internacionales.

Ya da frutos el sentimiento anti–norteamericano que Maceo y Martí tanto se esforzaran por sembrar.

En 1940, ante la amenaza de una nueva guerra mundial, Panchito Gómez Toro, tras haber redactado una Constitución considerada entre las más avanzadas del mundo, legaliza de manera inesperada al Partido Comunista y el gobierno establece una firme alianza con su líder, Blas Roca Calderío[6].

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Cuba conoce una gran bonanza económica: entre otras mejoras, se crean varios nuevos centros de investigación de todo tipo, gracias no sólo a los altos precios del azúcar en el mercado, sino también a las ganancias reportadas tanto por la inteligente explotación de las minas de níquel y cromo que se habían descubierto pocos años antes en Moa y Nicaro, en el Oriente de Cuba, como las ventas internacionales de los productos con tal material fabricados, especialmente los muy modernos aviones y tanques de guerra ensamblados en las grandes fábricas de la conocida trasnacional gubernamental Taíno.

No en balde, en sus célebres memorias ¡Panzergrieg!, el general alemán Heinz Guderian escribe: “sin el avanzadísimo prototipo de tanque cubano en base al cual nuestro ingenieros construyeron los Tigers, nunca hubiéramos podido hacer frente y destruir a las hordas de T-34 rusos”.

En ese mismo año el presidente Gómez Toro sorprende una vez más a la prensa mundial al comunicar oficialmente: “estamos dispuesto a recibir en Cuba a todos los emigrantes judíos que quieran vivir aquí, así como en ofrecerles alojamiento y empleo”.

Y, en efecto, poco después fugitivos hebreos de toda Europa comienzan a llegar al Caribe. Primero por cientos y luego por miles: técnicos, profesores, músicos, científicos, profesionales de distintas clases, todos huyendo de la guerra. Cuba, según lo prometido por su presidente, acoge con los brazos abiertos a tan calificada fuerza de trabajo: se les pagan buenos salarios y se les emplea en los teatros, en las escuelas de arte, en las filarmónicas, en los centros de investigación. La Cátedra de Psicoanálisis de la Universidad de Oriente, presidida por el psicólogo Sigmund Freud, se hace célebre y es frecuentemente visitada por eminencias de todo el mundo. Un tal Einstein, que luego se haría a su vez famoso, imparte electrizantes conferencias en la Universidad de Camagüey.

El presidente Gómez Toro encarga a un joven llamado Antonio Guiteras Holmes dirigir la construcción de una nueva fábrica en las sierras de Nipe, que sería fundamental para el desarrollo del país: la obra permanece día y noche rodeada de miles de efectivos del poderoso Ejército Mambí, y a ella son llevados los mejores ingenieros y químicos de todo el país. Se trata de una fábrica de agua pesada que varias veces durante la contienda es objeto de sabotajes por fuerzas, no se sabrá nunca si de los aliados o los alemanes… aunque oficialmente Cuba es todavía un país neutral.

1942 es un año crucial; Goering visita la mayor de las Antillas en un viaje secreto cuyos objetivos y pormenores sólo se dan a conocimiento público cuando termina la Segunda Guerra Mundial: oficialmente el Reichmariskal había acudido a solicitar el apoyo militar de Panchito Gómez Toro y las modernas, numerosas y bien entrenadas fuerzas armadas cubanas, prometiéndole todo el sur de Estados Unidos como zona de influencia, más Centroamérica y Venezuela, Colombia, y la Guyana.

Ya para esa fecha comenzaba la explotación de los pozos de petróleo de Varadero y del Golfo de México, y Cuba estaba exportando oro negro a muchos países del mundo. La naciente industria informática, aún llamada cibernética, tenía también en la ínsula caribeña a una de sus naciones punteras, que incluso vendía patentes a la IBM estadounidense… de hecho, se comentó que lo que en realidad buscaba Goering era la fórmula para el Arma Definitiva, mezcla de tecnologías atómica, coheteril y cibernética, que sus Servicios de Inteligencia le habían informado que Cuba estaba desarrollando aceleradamente con medios propios.

Cierto o falso, lo indiscutible es que poco tiempo después la primera bomba nuclear nazi explota en Londres, llevada a la capital inglesa por uno de los mismos misiles alemanes V-300 que pocos días más tarde destruían Nueva York, Washington y Los Ángeles con otras bombas de varias decenas de kilotones. La gente corre desnuda por las calles, quemándose hasta los huesos en el intento de escapar, y cuando las grandes ciudades de Estados Unidos comienzan a ser destruidas una tras otra sin que su fuerza aérea, su marina o su ejército puedan hacer nada por impedirlo, el país que nunca había visto una invasión extranjera a su territorio tiene que capitular.

Con el fin de de la conflagración, el mundo queda repartido de una insólita manera: ahora los Estados Federados Cubanos incluyen todo el sur de Estados Unidos y el norte de América Latina; el resto de las Américas se lo dividen las otras potencias triunfantes, de modo que apenas si quedan unos pequeños estados “libres” en lo que fuera Brasil, aunque dependiendo económicamente de La Habana.

Pero ningún secreto lo es eternamente. Los planos de la Bomba llegan a Kennedy, presidente de Boston, el primer país no aliado de Cuba o Alemania en desarrollarla, y con ello obtener su independencia, gracias a su agente el coronel Fulgencio Batista, oficial del ejército antillano encargado de la construcción de la segunda central electronuclear de Juraguá, especializada en la obtención de plutonio, tan valioso para la tecnología atómica.

Capturado tras la entrega y brutalmente interrogado sin que jamás delate a sus cómplices, los feroces servicios de inteligencia cubanos degüellan a Batista sin juicio previo… junto a su familia, mujer y niños, antes de que estos logren escapar.

Esto ocurre el 13 de marzo de 1952, y los periódicos no publican la noticia, censura que viene denunciada por un oscuro abogado de nombre Fidel Castro, que en su querella proclama: “Cuba ya no aguanta más esta férrea dictadura, que si bien ha dado al país y su población glorias ingentes y un alto nivel de vida, también ha impedido con su celosa supervisión patriarcal que el pueblo cubano sepa lo que es la libertad por la que tan duramente lucharon sus próceres”.

Tras tan arriesgada declaración, junto a un grupo de universitarios, ataca dos cuarteles en el Oriente del país, y aunque no tiene éxito en tal acción, logra escapar a las montañas de la Sierra Maestra, desde las que crea una organización cívico–militar para derrocar a Panchito Gómez Toro.

En pocos años, para sorpresa del mundo, y pese a lo moderno y organizado del Ejército Mambí, Fidel triunfa el 1º de enero de 1959, y ante el abortado intento de invasión al país por Bahía de Cochinos, por parte de los Estados Confederados de Rusia, proclama La Unión de Estados Socialistas de Cuba.

El resto está en todos los libros de historia…

El viajero del tiempo, chasqueando los labios, dejó caer la carta y la pisoteó en el barro, largamente.

Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro murieron en una tonta escaramuza al día siguiente, 7 de diciembre de 1896.

 

 

Victor Hugo Pérez Gallo (Cuba, Nuevitas, 1979)

Narrador, Sociólogo  y ensayista. Premio de Cuento Escalera de papel, Santiago, 2000. Mención Premio Cuento Erótico, Camagüey, 2000.  Premio NEXUS de cuento fantástico, La Habana, 2003, Premio de Cuento Corto Minatura, La Habana, 2003. Mención Premio Celestino de Cuento, Holguín, 2003. Tercer Premio de Cuento Tristán de Jesús Medina, Bayamo, 2006. Beca de Creación Sigfredo Álvarez Conesa, La Habana, 2007. Premio de Cuento de Ciencia Ficción Oscar Hurtado, La Habana, 2010. Ha sido publicado en la antología de cuento erótico  Nadie va a mentir (Acána, 2001), en la antología de cuento fantástico Sendero del Futuro (Sed de Belleza, 2005), las antologías de narradores cubanos Todo un cortejo caprichoso (La Luz, 2011), No hay que llorar(Ediciones Centro Pablo, 2012), Mambises del Siglo XXI(Editorial Abril, 2012), Raíles de Punta(Sed de Belleza, 2013), Hijos de Korad,(Gente Nueva 2014) y en diversas publicaciones electrónicas internacionales  y en revistas literarias cubanas. Premio Mejor Autor Novel. Santiago de Cuba 2012 . Premio de Novela Fantástica Hydra, la Habana, 2013. Tiene publicado el libro de cuentos, La Eternidad y el Peligro de Morir (La Luz, 2011) y la  novela ucrónica Los Endemoniados de Yaguaramas por la editorial Abril(2014). Formó parte del segundo curso del Centro Nacional de narradores Onelio Jorge Cardoso.

Dirige un taller literario con adolescentes que viven en las montañas, en la comunidad de Farallones y otro en la universidad de Moa. Forma parte de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Miembro de la Red Mundial de Escritores en Lengua Española.


[1]   El primer revés militar de Estados Unidos en América Latina, según el historiador R. Guerra

[2]  Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), en su libro Imperialismo: fase superior del capitalismo, escribió: “la guerra hispano-cubano-americana fue el primer intento del capitalismo norteamericano de consolidar su hegemonía sobre la América Latina y el Caribe; la derrota recibida en Cuba demoró por años la consolidación de nuevos mercados para sus productos y por tanto el desarrollo financiero de sus Cártels y Trusts. Y tal vez por un efecto dominó, el desastre militar ante las fuerzas españolas en las Filipinas hizo también que el dominio político y económico en el Oriente siguiera en manos del ya decadente imperio inglés”.

[3] Máximo Gómez, en una de sus cartas dice de los españoles: “Se han ido alegres, yo tenía acariciado el viejo sueño de despedir a los formidables españoles como amigos y lo he logrado, alegres se han ido ellos y alegres hemos quedado nosotros”. Sobre El Morro habanero ondea la bandera de la estrella solitaria, y un poeta desconocido llamado Bonifacio Byrne le dedica un poema cuando llega a Cuba, “Allí está mi bandera cubana/ la bandera más bella que existe/ orgulloso la vi esta mañana/ gracias, Maceo, ¡alta tú la pusiste!”.

[4] José Martí había tenido razón en su reunión de La Mejorana cuando discutió con Maceo y Gómez el futuro de la Revolución; evidentemente veía venir un gobierno voluntarista de militares, que decidieran todo… y no le gustaba la perspectiva. Como ya le había dicho a Gómez, “General, un pueblo no se funda como se manda un campamento”.

[5] Tomás Estrada Palma había tenido que renunciar a su ciudadanía norteamericana para ser elegido senador, y era un bien conocido anexionista.

[6] La facción de Roca pacta con el gobierno de Panchito Gómez para controlar tanto a aquellos obreros que se querían lanzar a la huelga, como a los elementos más izquierdistas dentro del Partido que ya incluso consideran la lucha armada como opción para derrocar al antiguo ordenanza de Maceo. Estos elementos, por cierto, están apoyados desde Moscú de manera más o menos encubierta por Lev Davídovich Trotskyi, segundo presidente de la URSS a la muerte de V. I. Lenin.