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Un mundo perfecto

Fernández, Joan Antoni

 

La jefa de ventas de JUGINTE (Juguetes Inteligentes) leyó la carta y lanzó una carcajada. El técnico de producción, de pie ante la mesa, se removió inquieto.

    —Señora, yo no me lo tomaría a la ligera —objetó nervioso—. Esto es muy serio.

    —¡Venga, hombre! —La mujer bufó despectiva—. ¡No fastidies! Un juguete que escribe una carta a Papá Noel… ¡Qué barbaridad! Sólo se trata de una disfunción en los comandos del programa, un defecto dentro de la fabricación en serie, nada más. Para eso están los controles de calidad. Tan sólo se tiene que retirar la pieza defectuosa y destruirla.

    —No se trata de un único caso, señora. Aunque esta misiva ha sido interceptada, hay otras muchas en curso. La mayoría de los juguetes ya ha realizado su petición navideña. Según nuestras estimaciones, se han enviado unas cuatrocientas cincuenta mil cartas similares.

    —¿Tantas? —La jefa de ventas perdió parte de su aplomo—. ¿Y cómo se explica tamaña tontería?

    —Me temo que hemos creado unos juguetes demasiado inteligentes, ésa es la cuestión —El hombre se mordió el labio con abatimiento—. Los cerebros electrónicos incorporados a los nuevos prototipos son en extremo eficientes. ¡Incluso son capaces de razonar como seres humanos! Ya no son aquellos primeros modelos que realizaban funciones básicas, poseedores de un sistema nervioso rudimentario, y sólo capaces de desarrollar ciertas acciones determinadas. Ni siquiera como la segunda generación, compuesta de organismos muy superiores, diseñados para interpretar y obedecer las órdenes de sus amos —El técnico suspiró compungido—. Aquellos muñecos podían jugar de forma interactiva, decidiendo por sí solos, dentro de ciertos parámetros establecidos, y dando réplica adecuada a los niños. Pero nosotros pensamos que no era suficiente, queríamos aumentar las ventas y continuamos haciéndolos más inteligentes… ¡Incluso llegamos a  crear un modelo que jugaba por sí solo, sin precisar la interacción con persona alguna!

    —Sí, lo recuerdo —sonrió la mujer, satisfecha—. Los Juego-Juego… Fueron todo un éxito.

    —¡Pero es que ahora ya son capaces de tomar decisiones por sí mismos! No precisan de orden humana alguna. Es por ello que sus mentes han llegado a semejante conclusión: piensan que ellos también son merecedores de sus propios regalos de Navidad, como el resto del mundo. Resumiendo, que los juguetes se han emancipado.

    —¡Qué tontería! —La mujer resopló furiosa—. Pues tomemos medidas drásticas: sus cerebros se tendrán que reconfigurar, caramba. Detengamos la producción.

    —¡No podemos! —El técnico levantó las manos en un gesto de impotencia—. Los juguetes se han hecho con el control de la empresa. No sé cómo, pero de alguna forma lograron recaudar una gran cantidad de dinero. Luego, mediante algún testaferro, invirtieron en Bolsa y compraron un gran paquete de acciones de nuestra compañía. Gracias a ello, desde la última Asamblea General, ya tienen voz y voto en el consejo de administración. Ahora se entiende la política empresarial que hemos desarrollado de un tiempo a esta parte… Con razón decían algunos trabajadores que parecíamos dirigidos por títeres. Por desgracia, era cierto.

    —¿Y qué podemos hacer ahora? —La mujer le miró asustada.

    —No lo sé —él otro se encogió de hombros—, pero se avecinan tiempos difíciles. Hay en marcha una reestructuración de la empresa, la producción se ha ralentizado y muchos de nosotros iremos a la calle. Ya hace tiempo que las ventas de juguetes se han estancado; los niños de hoy en día prefieren juegos de ordenador, videoconsolas y realidad 3D. Además, ahora tampoco podemos vender a nuestro propio consejo de administración.

    —¡Un momento! —La jefa de ventas observó la carta que tenía en las manos mientras una idea crecía en su mente—. Quizás no esté todo perdido. Voy a hacer una propuesta al consejo de administración; es algo arriesgada, pero… ¡Estoy percibiendo un gran negocio!

 

    Unas semanas más tarde la antigua jefa de ventas era nombrada Subdirectora General de la nueva compañía Chicos Obedientes SANO, una empresa filial de reciente creación. Su idea había entusiasmado al consejo de administración y le otorgaron plenos poderes para desarrollarla. Ya que los juguetes inteligentes controlaban la compañía y deseaban regalos de Navidad, era allá donde estaba el gran negocio. La mujer lo había visto muy claro.

    A partir de aquel momento adquirirían, mediante adopción o mecenazgo, niños huérfanos del Tercer Mundo. Niños obedientes que serían vestidos y alimentados, los cuales sólo tendrían la obligación de jugar con sus nuevos Amos, los juguetes del Primer Mundo.

    De hecho sólo se había cambiado el orden de los factores, pero ello no alteraba el producto final. Tan sólo primaba saber quién era el cliente potencial, el consumidor con suficiente dinero para pagar por la mercancía facturada. Así el sistema seguiría funcionando y la empresa obtendría pingües beneficios, como en cualquier otra Navidad.

    Después de todo, era un mundo perfecto.

 

 

Joan Antoni Fernández nació en Barcelona el año 1957 y actualmente vive en Argentona. Escritor desde su más tierna infancia ha ido pasando desde ensuciar paredes hasta pergeñar novelas en una progresión ascendente que parece no tener fin. Ha sido ganador de premios fallidos como el ASCII o el Terra Ignota, que fenecieron sin que el pobre hombre viera un duro. Inasequible al desaliento, ha quedado finalista de premios como el Ignotus, UPC, Alberto Magno, Espiral, El Melocotón Mecánico y Manuel de Pedrolo, que incluso llegó a ganar. Ha publicado relatos y artículos en Ciberpaís, Nexus, A Quien Corresponda, La Plaga, Maelström, Valis, Dark Star, Pulp Magazine, Nitecuento y Gigamesh, así como en las webs NGC y BEMOnLine. Que la mayoría de estas publicaciones hayan cerrado es una simple coincidencia... según su abogado. También ha sido colaborador habitual en todo tipo de antologías, aunque sean de Star Trek ("Últimas Fronteras II"). Hasta la fecha ha publicado siete libros: "Reflejo en el agua"(finalista UPC e Ignotus), "Policía Sideral", "Vacío Imperfecto", “La mirada del abismo”, “Esencia divina”, “Democracia cibernética” y A vuestras mentes dispersas finalista del premio Ignotus 2015. Su madre piensa que escribe bien, su familia y amigos piensan que sólo escribe y él ni siquiera piensa.