Ángel se dispone a ser el primer hombre en orbitar Júpiter.
No es una misión suicida, pero implica pasar más de quince años fuera de la Tierra, en la soledad absoluta del espacio.
Lo envían al satélite Europa, para que examine lo que las sondas artificiales ya han comprobado hasta la saciedad: la existencia o inexistencia de vida bajo sus hielos sempiternos.
En realidad todo es una maniobra de propaganda para su empresa; pero a él no le importa.
Él anhela la soledad del espacio, y la aventura de la conquista. No hay nada que lo ate a la Tierra, o al menos, así lo cree él.