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Cuando los vértices se juntan

Montenegro, Richard

 La sierpe de plata se desliza rápida por los campos plagados de postes eléctricos mientras el paisaje vanamente intenta aferrarse a su piel. Tan rápida e inexorable como el expreso donde la vida va, plácidamente sentada leyendo el periódico y degustando un té con galletas, rumbo a la muerte.

Él despertó en la mañana. No había nadie en el cielo raso metálico. La noche había sido buena porque el ronroneo amortiguado del expreso le había arrullado durante todo el trayecto acallando las voces que bullían en su cabeza. Bajó del catre anatómico y se posó frente al lavabo. Se examinó el rostro, la barba le había crecido bastante y la esclerótica estaba algo amarillenta. Entró a la minúscula ducha y se echó unas gotas aclarantes en los ojos. Giró la llave y una fina lluvia comenzó a tocarlo de manera obscena mientras esparcía sobre su piel un costoso jabón líquido adecuado para su pH. Luego procedió a afeitarse con su espuma habitual y su máquina de seis cuchillas. Al terminar de afeitarse toma una bolsa plástica de cierre hermético y con sumo cuidado comienza a recolectar los restos espumosos de barba que yacían huérfanos sobre la reflectante superficie del lavabo. Se dedicaba a esta tarea pensando en el tiempo que tardó esta sierpe de aluminio en recorrer este país. Tuvieron que pasar dos siglos y pico para que el ferrocarril se instalara en esta parte del mundo y casi no se queda gracias a esa serie de accidentes que sufrieron las máquinas chinas. Inolvidable fue el choque y descarrilamiento sobre el soberbio Orinoco. Nuestro presente no es más que una pesadilla victoriana propulsada con electricidad y con conexión Wi-Fi.  Él dijo para sus adentros: “Menos mal que voy en una eficiente unidad alemana”. Revisó con cuidado el lavabo para ver si algún resto de su barba había escapado de su cacería y al estar seguro cierra la bolsa y la guarda en un bolsillo de su mochila. No pensaba abandonarla. Se secó su cabellera y trepó a su catre donde una sombra, reflejada en el techo bruñido, le decía que esperara a que la sierpe plateada mordiera la estación destinada a él mientras, afilaba con parsimonia su cuchillo de monte.  

El sol se escurre entre las porosas cortinas. La secretaria observa el reloj cucú, uno de esos que hacen en la Colonia Tovar, ese retoño tropical de Kaiserstuhl. Se levanta, va hacia la ventana y mira hacia la acera izquierda. Ahí viene uno de los pacientes predilectos del Doctor; una predilección que ella no comparte. Él levanta el rostro, la ve y por saludo solo da una económica reverencia. Corre la cortina, se sienta y por el intercomunicador le avisa al doctor:

— Doctor Jung, su víctima preferida se acerca al consultorio.

— Gracias Freudland, recíbalo con todos los honores.

Y de mala gana la señorita espera la llegada del caminante. Contabiliza el tiempo que según el principio de incertidumbre, debía tardar en dar el salto de la calle al consultorio. Escucha el descompasado caminar de esa persona, mira el reloj y como siempre se equivoca en el cálculo. La puerta cede y emerge la figura recortada del individuo. Entra y la Secretaria da inicio a su tradicional y trivial duelo de adivinar los autores de citas célebres y como era usual ella pierde. Entonces, ella aspira un poco de aire, agarra un lápiz y lo parte. El rostro del descompasado personaje se encomilla, mostrando media sonrisa, se encoge de hombros y le dice:

— Esas clases de yoga le sientan bien.

Luego mira a una puerta, que escupe la barbada figura del Doctor a la escena que sonríe y comenta:

— Amigo mío, tanto tiempo sin verlo. Veo que su cabello está algo más largo, pero venga pase.

El Caminante no demuestra ninguna reacción, mira hacia un lado y ve en una mesa un jarrón con enormes tulipanes holandeses frescos vestidos de colores dignos del mejor alucinógeno, evidentemente eran transgenéticos. Se les acerca, toma uno y al entrar a la oficina afirma:

— A usted le gusta gastar bien su dinero, definitivamente la crisis no tocó su consultorio.

El Doctor le sigue, cierra la puerta y responde:

— Bueno, amigo mío esas son las ventajas de un nombre establecido y de ciertos ajustes en la tarifa, usted me entiende, je je jemmm.

—Creo que lo entiendo. En fin que se puede esperar si patentaron la variedad original del maíz. Hoy serán tulipanes, mañana será usted o yo. ¿Quién sabe si algún día hallan el ADN del espíritu? Si lo hacen le aseguro que Anyway lo venderá concentrado en envases de seis litros a todos sus afiliados. Me imagino que uno de los lemas que usaran los tele-vendedores será: ¡Una gota te durara sesenta años! ¡Llame ya, a los teléfonos en pantalla! ¡Satisfacción garantizada!

El Doctor, permaneció en silencio, solo sonreía y el Caminante al terminar de hablar se recuesta en el sofá estilo Chippendale. El Doctor se deja  caer en su sillón y le pregunta:

— ¿Dónde estuviste, en todo este tiempo?

— De viaje, como siempre a pie o en lo que se pudiera.

— ¿A dónde?

— Entre otros sitios, a Korkos, Machu Pichu y Tiahuanaco.

— ¿Podría contarme algo interesante?

— ¿Por qué no?, Aunque creo que no debo.

— Pero por qué no, amigo relájate recuerda que aquí puedes contarme todo. Lo que aquí se dice aquí se queda.

— Es que… ¿Eso es lo que realmente dudo?

— ¿Pero cómo? , desconfías acaso de mi capacidad profesional. Dice el Doctor con cierta molestia.

— Bueno doctor (evasivo), ah, su esposa por cierto ¿cómo esta?

— Muy bien, de maravilla, no te imaginas como le han asentado las clases de Power yoga.

— En serio, uhmm, ¿sabe algo Doctor?, su esposa lo engaña.

— ¡Pero! ¿Cómo se le ocurre? ¿Cómo? ¿Con quién? ¡No! ¿Debes estar equivocado?

— Pues no estoy equivocado. Ah y es justamente en las clases de yoga y con su mano derecha, bueno en su caso de su siniestra; ¿pero acaso no se dio cuenta de que ahora son inseparables?

El Doctor, solo alcanza a balbucear, frío y sudoroso hasta que se levanta, abre la puerta y grita:

— ¡Freudland!

Ella solo atina a verle perpleja, intuyendo el motivo de tal comportamiento. El Caminante sonríe recordando que según Freud las mujeres envidiaban el falo; pero este no era ese caso. Este triángulo dispararía las ventas de Psifarándula. Esa revista española que ni él y ni el Doctor leían. Esta sería una noticia de primera plana como la del alcoholismo del autor de “Tus Zonas Erróneas”. Toma su mochila, saca de un bolsillo una bolsa de plástico con cierre hermético, la abre y mastica con gusto un poco del contenido.

Apenas se puede escuchar un chasquido giratorio que abre la puerta, dejando entrar a la recepción un:

— Hola Feudland!

Luego voltea, abre los brazos y dice con una descomunal sonrisa:

-—    ¡Hooola Querid...

— ¡Tu¡ ¡P...¡

Dijo el Doctor entre otras cosas, al mismo tiempo que cerraba con fuerza sus puños. El trío ahora se completaba. La discusión se acalora y vuelan objetos por todo el consultorio. El Caminante seguía embelesado con el preparado de la bolsa, se mete el dedo en la boca para humedecerlo luego lo mete en la bolsa para despojarla de cualquier resto y lo saborea con gusto. Ya vacía ahoga la bolsa entre sus manos y la arroja al cesto de basura. La bolsa tenía estampado lo siguiente: Granola Artesanal, marca Anyway. El Caminante con una completa sonrisa se levanta, da un portazo, los sujeta, los arrea y los lleva al ascensor. Ahí sigue la trifulca, saca de su mochila el inmenso cuchillo de monte, se hace un silencio automático y el Caminante suelta estas palabras:

— ¿Saben? Les haré un favor.

Destroza el tablero, el elevador se detiene entre chispas. Rompe las aureolas de neón y entre gritos ahogados y una lluvia de polvo y vidrios rotos se hizo una noche súbita. Y la oscuridad fue desvirgada por un silbido en zigzag que bajaba con deseo.

 

Richard Montenegro. Escritor y promotor cultural, nacido en Valencia, la de Venezuela.

Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo,   Ojos de perro azul y formó parte de la plantilla de la legendaria revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador habitual  del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/ .

Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos publicado, por la editorial El Perro y la Rana, en 2007 y 2008 y coautor de la Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en el 2008. Sus crónicas y relatos han aparecido en las siguientes publicaciones periódicas venezolanas: El semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista “Letra Inversa” del diario Notitarde y en El Venezolano, Diario de Guayana.