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Vázquez, José Ramón

    Con una radiante sonrisa dedicada a la cámara, Fran aprieta el gatillo. La cabeza del chorizo explota. El encargado de la tienda 24 horas aplaude entusiasmado. Los dos mil seguidores del canal de Fran en youtube también.

     Sin tiempo para la merecida recompensa Fran sale disparado en busca de su moto. El lastimero sonido de las sirenas de policía buscando a uno de los hombres que las está dejando sin empleo comienza a oírse en la lejanía. Cuando Fran se pone el casco lo único que escuchan los suscriptores es la música de la lista de reproducción que ha creado para las persecuciones. Steppenwolf, Born to be wild. Manido y casi un cliché, sí, pero un clásico nunca falla.

    Las tres esferas-que-todo-lo-graban se acoplan a las ruedas y la espalda de Fran, dispuestas estratégicamente para obtener las mejores tomas on board de la persecución. Solo cuando el primer coche patrulla asoma por la esquina arranca la moto. Un toque de distinción que le he ayudado a  aumentar el número de suscriptores. Nada gusta más a los fans de los justicieros que demostrarle a los de azul lo prescindibles y profundamente torpes que son.

    La Ducati roja esquiva automóviles, peatones y mobiliario urbano aprovechando por igual calzada y acera. Algunos transeúntes caen al suelo aterrorizados, otros graban la escena para enseñarla a sus familiares cuando lleguen a casa. Los hay que incluso le vitorean al pasar. Da igual que no sepan exactamente si es la Furia Negra o el Sarraceno, cada vez hay más aficionados a los justicieros urbanos. Y todos desean ver alguna vez a uno de sus ídolos en acción.

    Diez minutos después de iniciada la persecución, Fran decide acabarla. La capacidad de atención de su público no es eterna y la posibilidad de accidente aumenta exponencialmente con cada segundo. El remate debe ser espectacular, un auténtico fin de fiesta. Con un salto la motocicleta cruza la mediana de la autopista. Pitidos, derrapes, luces que deslumbran le saludan. A Fran no le tiembla el pulso mientras recorre un par de kilómetros extra por el arcén en dirección contraria, para terminar saliendo a un polígono industrial de las afueras de la ciudad, lejos de la jurisdicción de la policía privada. Allí apaga el motor y se conecta a internet. Solo diez nuevos abonados, cada día cuesta más atraer a esos pajilleros.

     El sol ha comenzado ya su descenso cuando Fran se despierta. A su lado una mujer yace desnuda boca arriba. El rímel corrido forma lágrimas negras que caen por sus pómulos y el pintalabios se ha difuminado a lo largo de sus mejillas hasta hacerla parecer un grotesco y satisfecho payaso lascivo. Anoche le dieron a los suscriptores lo que pedían, una acrobática ración de sexo made in Hollywood que ha fundado dos o tres contracturas nuevas en el mapa ya demasiado poblado de la espalda de Fran. Con numerito incluido de seducción en un antro de moteros de las afueras. Por supuesto ella también se dedica al negocio, una más de la enorme masa de aspirantes a actriz que abandonó su pueblo en busca de un sueño y ha acabado de pornogrupi de tercera en la capital. Tras la actuación ella ha ganado ocho suscripciones, Fran solo dos. A ese ritmo va a necesitar salir seis noches por semana si quiere llegar a fin de mes. Y las balas y la gasolina cada día están más caras.

    Cuando sale de la ducha ya se ha ido. Ni recuerda su nombre, ni le interesa. La muy zorra no se ha dignado a suscribirse aunque solo sea por hacerle el favor. Ya no hay decencia entre las pornogrupis. Cuando empezó en esto todos tenían la cortesía de suscribirse a los canales de los demás, aunque fuera solo por apoyar la escena local. Lo menos que podías esperar, aparte de una mamada, era algo de apoyo por parte de tus compañeras de trabajo. No es que Fran fuera un deportista o una estrella del rock pero su canal tenía dos ceros más que el de aquella fulana. Un poco de respeto para el que te ayuda a labrarte una carrera nunca está de más.

    El sonido de llamada entrante le interrumpe en mitad de su sesión de dominadas. Termina la serie de cincuenta antes de descolgar, su productor tiene la desagradable manía de tratar asuntos de negocios en los momentos más inoportunos. Y aunque no sea de los momentos más vistos, hay al menos ciento cincuenta suscriptores observándole, la mayoría homosexuales que se masturban ante la visión de su cuerpo definido y sudoroso. Pero el que pone el dinero manda, así que Fran tiene que dejar de emitir.

- ¿Qué tripa se te ha roto?
- Tenemos que hablar.

    Esa frase, en labios de tu jefe o tu amante, tiene la capacidad de encoger el corazón de cualquiera. Incluido un tipo duro que se gana la vida impartiendo justicia en las calles. Fran tarda un segundo en contestar.

- Hablemos pues.
- Por teléfono no. En el sitio de siempre, dentro de una hora. Termina la gimnasia y, por Dios, innova un poco. ¿Has oído hablar de las flexiones hindúes? A la gente le encanta.

    La chaqueta de cuero raída y los pantalones vaqueros gastados miran intimidados a la fauna del local. La gran mayoría son universitarios a la última moda, especialmente si es más ridícula que la anterior. Este mes toca ir vestido de gángster de Chicago durante la prohibición, la última vez que vino todos iban disfrazados de riguroso spandex plateado recién traído de un futuro que nunca fue. La mayoría de los presentes no soportarían ni un simple duelo de miradas sin cagarse en los pantalones, pero Fran se siente inferior a todos ellos. Le recuerdan que la diferencia entre sus presas y él es mucho más tenue de lo que le gustaría.

    El productor le saluda, agitando la mano. Está sentado en la mesa de siempre, con un sombrero de Al Capone color beige y gabardina a juego. Deben tener la misma edad, pero mientras Fran tiene más arrugas y cicatrices de las que le gustaría él sigue pareciendo un post-adolescente. Horas de criogenia y cámaras hiperbáricas que Fran no puede permitirse y que el espantapájaros disfrazado de Lucky Luciano paga gracias a él y a tantos otros que intentan abrirse paso en el mundo del espectáculo. Podría odiarle si no le necesitara tanto.

- ¿Has apagado?
- Claro que sí, no soy idiota -Fran pide una cerveza sin a la barra. En menos de diez segundos una pinta tan fría que casi es un granizado aparece en el cajón de la pared.
- No he dicho que lo fueras, Fran, pero tengo que asegurarme. Por tu bien y por el mío, no queremos que la policía venga a buscarnos, ¿verdad?
    Ambos comparten una carcajada fraternal igual de falsa. Fran aprovecha para dar un trago, casi tan sabroso como la de verdad, mientras su interlocutor saborea también su bebida indefinida de color rojo pasión.
- ¿Qué es tan urgente?
- No voy a engañarte, Fran. Las audiencias no son lo buenas que esperamos. Beretta no va a mandarte nuevo material hasta que no llegues a tres mil quinientas suscripciones y cada día cuesta más que Pirelli cumpla con el suministro de neumáticos pactado -hace un gesto con la mano, como si no tuviera mayor importancia-. Podemos convencerlos cambiando la cámara para que muestre bien las ruedas cuando vayas montado en la moto, pero eso es lo de menos.
- No me jodas. Yo ya me encargo de mi parte, debería ser cosa tuya lidiar con los patrocinadores. Te quedas más de la mitad del dinero, hostia.
- Tranquilo, vaquero. Ya te he dicho que eso es lo de menos.
- ¿Y entonces para qué coño me has llamado? Cada segundo que paso contigo es un segundo que no estoy en la calle.
- Para eso, precisamente -el productor le atraviesa con sus ojos color miel Made in Taiwan un segundo antes de seguir-. ¿Sabes cuántos justicieros hay hoy en día? Unos doscientos solo en la ciudad de Madrid, más de mil en toda España. Y no tenemos los medios para competir con el mercado yanki. Coño, ellos pelean contra bandas organizadas que cotizan en el NASDAQ y están armadas con fusiles de asalto. Tú con yonquis de barrio.

- Sí, sí. Lo hemos hablado mil y una veces. Ley de oferta y demanda, tienes que tener un estilo propio si  quieres hacerte hueco. Ya te he dicho que no pienso ponerme un disfraz y un nombre de fantoche. Mi estilo es ser un tipo normal harto de la falta de seguridad que contamina nuestras calles y blablablá. Ése y no otro es mi puñetero disfraz.

    La sonrisa del productor es la misma que un abogado emplea en un juicio cuando va a mostrar el resquicio legal que permite a su cliente pedófilo no solo librarse del castigo, sino recibir una subvención del estado por pertenecer a una minoría discriminada por su orientación sexual. La clase de sonrisa que Fran teme más que nada en el mundo.

- Exactamente. Tú mismo lo has dicho, Fran. Eres un tipo normal, con las mismas preocupaciones de cualquier hombre de la calle, la única diferencia es que tú pones los medios necesarios para solucionar los problemas en lugar de quedarte de brazos cruzados. ¿No es así?
- Sí...
- Lo único que tenemos que hacer es que conectes con ellos, que les muestres esa faceta tuya. No eres un psicópata lunático que se disfraza para poder asesinar impunemente. Tú peleas por la justicia y la libertad, ¿verdad? ¿Tengo o no tengo razón?

    Fran no responde. Da igual lo que diga, el contrato blindado le ata su productor. Las sugerencias que le hacen han sido aprobadas por los patrocinadores y las nuevas claúsulas de contenidos llevan largo tiempo firmadas. Esto no es una tormenta de ideas, es una reunión para informarle de sus nuevas órdenes.

- Supongo que no sigues mucho la política, Fran. ¿Sabes que hoy se aprobaba el decreto que deroga el derecho de huelga? Mucha gente ni se ha enterado, pero eso me ha dado una pequeña idea...
    
    Una colmena de esferas grabadoras zumba en la escalinata de los juzgados tratando de sacar el mejor perfil del consejero. A su alrededor revoltea una guarda pretoriana de abogados, policías privados y afiliados a su partido, todos felices y contentos al ver al prometedor líder en la calle y sin cargos. Algunos hasta portan pancartas con citas de Mandela. El consejero tiene que esperar con una sonrisa de triunfo iluminándole el resto a que las consignas de apoyo de sus acólitos se atenúen para empezar su discurso:

- Hoy es un gran día para la democracia y la justicia. A pesar de las insidiosas acusaciones de mis adversarios he sido absuelto, puesto que no existen pruebas que puedan demostrar los delitos que me acusan. En realidad todo ha sido un calumnioso montaje orquestrado por la oposición, convencidos de que como ellos son unos corruptos, nosotros debemos serlo por fuerza. No he empleado fondos públicos para pagarme los vicios que se imputan, principalmente porque no tengo vicios.
    

Entre las muchas tomas que captan las esferas no se encuentra el primer plano del rostro del consejero visto a través de una mira telescópica. Aunque espectacular no es necesaria para transmitir al mundo entero en alta definición el momento en el que una bala explosiva entra por su ojo izquierdo y detona, salpicando de masa encefálica a todos los presentes. Algunos se quedan petrificados, intentando comprender qué es la sustancia pastosa que les ha nublado la vista, pero la mayoría comienza a correr de un lado a otro de forma aleatoria, entre gritos de pánico. Los policías privados son los únicos que mantienen la calma, a pesar de su estrepitoso fracaso, y buscan frenéticamente al misterioso autor del atentado.


    Tanto esfuerzo es innecesario. Una Ducati roja, flanqueada por tres esferas grabadoras, sale a toda velocidad del garaje de un edificio cercano y, pavoneándose, cruza la calle mientras su piloto saluda a la concurrencia. Los disparos que le devuelven los policías ni siquiera se acercan al objetivo que, acelerando, escapa hacia la avenida principal, donde se pierde en mitad del atasco de las 11 de la mañana.

    Doscientos suscriptores más se han unido a los dos millares largos de fieles de Fran. Unos cincuenta se han dado de baja, es cierto, pero el saldo nato ha envalentonado lo suficiente al productor como para seguir adelante con el plan. Hasta le ha alquilado una nave industrial para usarla como base de operaciones. Desde su nuevo sancta-sanctorum, delante de un fondo rojo con una gigantesca calavera amarilla en el centro, Fran se dirige al mundo.
 

- Aquellos que estéis de pie, sentaos, bajad la música y las luces y prestad atención. Porque sólo voy a explicarlo una vez. Puede que muchos de vosotros os preguntéis qué ha sucedido esta mañana. Por qué he convertido en pulpa la fofa cara del consejero de cultura de la comunidad autonoma. La respuesta es sencilla: porque se lo merecía -el productor le mira detrás de las esferas, satisfecho de lo bien que está interpretando el texto que le ha escrito. Fran ha conseguida una cola de patrocinadores lo suficientemente larga como para permitirse un yate de tamaño medio a la semana. Todas las marcas de ropa quieren ser la primera en asociar su imagen a la del último rebelde del planeta-. Como muchos otros comencé a luchar contra la enfermedad que está acabando con esta sociedad. Me habéis visto perseguir a drogadictos con el mono que matarían por algo de dinero para una nueva dosis. A los cabrones que se la vendían. A los narcos que controlaban a los pequeños camellos. Siempre trepando en la escala, siempre en busca de la causa última de la enfermedad, no de los putos síntomas. Pero hasta hace nada no he comprendido la verdad.
  

 Fran toma aire y se prepara dar lo mejor de sí mismo mientras un plano corto de su rostro inunda la pantalla:

- La verdad es que la mayor parte de los delincuentes son tan víctimas como vosotros o como yo. Gente que se ha desviado del sendero recto, demasiado orgullosos o demasiado desesperados para seguir adelante con la pantomima que nos ha tocado vivir. Nos dicen que se ha abolido la esclavitud, pero seguimos dejando nuestro destino en manos de los nobles. Ellos son los auténticos criminales, los que nos roban el dinero que tanto cuesta ganar. Cada vez que un chorizo que necesita una dosis atraca una gasolinera a punta de navaja consigue cien míseros euros. Cada vez que un político firma un contrato fraudulento su cuenta aumenta un millón o dos. Y nos roba a todos. Al yonki y al que trabaja en la gasolinera. A los profesores que educan a nuestros hijos para que no caigan en las drogas. Al médico que lucha por curar la adicción y al científico al que niegan dinero para investigar sobre el cancer porque sería gastar droga en algo poco beneficioso económicamente. Si el verdadero criminal actuara de acuerdo a las normas, no existiría el atraco a la gasolinera. Ésa, y no otra, es la realidad.

    Ése, y no otro, es el motivo por el que a partir de hoy Justicia Roja declara la guerra a la escoria que está pudriendo la sociedad. Concejales, alcades, procuradores, senadores, diputados, ministros, presidentes… decid hola a vuestra nueva Fiscalía Anticorrupción.

     El productor aplaude, emocionado, cuando Fran termina su discurso. Detrás de él ha instalado un panel en el que pueden verse las cifras de suscripciones del canal, que a están moviéndose a velocidad de vértigo. Por cada ciudadano respetuoso que se da de baja, preocupado por haber seguido las actividades ilícitas de un terrorista descerebrado se unen diez nuevos abonados ávidos de auténticas hazañas.

- Maravilloso, Fran. Simplemente maravilloso. Tengo ya ofertas de Glock, Heckler & Koch, Yamaha y Harley. Y nuestros amigos de Beretta y Pirelli dicen que los nuevos suministros ya están en camino.

    El cementerio tenía que haber contado con una alfombra negra y un photo-call para acomodar a todos los políticos y famosos afines a la causa que han acudido al funeral del consejero. No solo de su partido, también de la oposición. Dar una imagen de unidad ante la tragedia, acompañar a la familia del rival, que no enemigo, en estos duros momentos. Capítulo cuarto versículo primero de la Biblia del político. Después de todo los chicos del otro bando a los que llamas traidores a la patria cada miércoles en la sesión de control tan solo están en esto por lo mismo que tú. Algunos incluso hasta buscan sinceramente lo mejor para el país, pero con ellos no coincides en las fiestas buenas.
  

   Las medidas de seguridad son espectacules. Batallones de policías privados. Dos brigadas de contratistas serbios con más de un millón de horas en simuladores de la guerra de Kosovo. Incluso diez de los últimos policías nacionales pagados por el estado. Hay un terrorista suelto que tiene amenazado de muerte a todos y cada uno de los presentes y seguro que quiere autoinvitarse a la fiesta, así que no se ha escatimado ni un euro en seguridad. Cuando paga el erario público no hay que comparar presupuestos.
  

 Todo el mundo se acerca a presentar los últimos respetos al cuerpo del consejero en su lecho definitivo. Ataúd de esqueje del árbol de Guernika, un lujo y un honor de la categoría del finado. Algunos lloran cuando ven el rostro cerúleo, reesculpido por la ganadora de la beca al mejor artista forense del Ministerio. Llantos que se multiplican al estallar las cargas explosivas ocultas en el féretro. Los comandos serbios giran como peonzas buscando al enemigo invisible.
  

 A dos kilómetros de allí Fran se está follando a la escultora encargada de devolver la humanidad a la cabeza mutilada del consejero. La miama que usó explosivo plástico en lugar de cera. La misma que tiene un violento orgasmo casi sincronizado con la deflagración en formato panorámico que ocupa una de las paredes principales de la nave industrial. Tres minutos después, ocho mil suscriptores contemplan cómo se da la vuelta para que Justicia Roja la sodomice.

  

Circulan por la avenida en forma de V. Fran, Justicia Roja, a lomos de su nueva Ducati, es el vértice. Dos metros más atrás y a su derecha se encuentra Tania, anteriormente conocida como Clara Martínez, prometedora artista convertida en revolucionaria. El último fichaje responde al nombre de Andrei y se autoproclama “el espíritu del pueblo”. Cuando se puso en contacto con Fran el productor no se lo pensó dos veces. Los tríos funcionan mejor cara a las ventas que las parejas y no podía perderse de vista tampoco el lucrativo mercado femenino que podría verse decepcionado con una pareja estable.
    

Los automóviles se apartan a su paso, saludándolos con pitidos entusiastas. Si alguno de ellos es un inmovilista progubernamental no se manifiesta. Justicia Roja es, actualmente, el personaje público mejor valorado por la ciudadanía, por encima incluso del delantero centro de la selección. Cuando su equipo acabó con el alcalde de la ciudad y todos sus concejales en mitad de un pleno en una escena digna de una película de acción de Chow Yun-Fat la popularidad del trío se disparó. Para contrarrestarlo, el ministro del interior intentó hace dos semanas emitir una orden de búsqueda o captura con una elevada suma asociada. Su propio hijo le ejecutó cuatro horas después.
    

La caída del titular de la cartera de interior fue el principio del efecto dominó. De los veinticuatro miembros del ejecutivo solo sobreviven cinco. El de asuntos exteriores estaba de gira por Sudamérica cuando se inició todo y otros tres lograron exiliarse. El último espera su audiencia con Fran.
    

La multitud congregada en la Puerta del Sol ruge entusiasmada cuando las tres motos entran en la plaza. Todos ellos llevan la sudadera roja de Adidas con la calavera amarilla junto al corazón que Fran ha adoptado como uniforme y que se ha convertido en el complemento de moda más vendido de la temporada. Todos levantan el puño izquierdo en señal de victoria.
    

Al pie del podio espera el productor, impaciente. Gracias a Fran ha comprado su propia isla en las Seychelles. Antes de retirarse por siempre jamás del negocio le ofrece la Desert Eagle en un colchón de terciopelo. Magnum ha pagado una importante suma para convertirse en su nuevo suministrador de armas y quiere que su producto aparezca en todas las televisiones del mundo. Fran la sopesa en sus manos antes de subir los tres escalones con vítores de emperador romano como banda sonora. El presidente hace un último intento por escapar de sus grilletes cuando le ve acercarse.
    

Con una radiante sonrisa dedicada a la cámara, Fran aprieta el gatillo. La cabeza del presidente del gobierno explota. Tania aplaude entusiasmada. Los cincuenta millones de seguidores del canal de Fran en youtube también.

 

 

José Ramón Vázquez (Segovia, 1985) está en la actualidad terminando su doctorado en física de altas energías en la Universidad Complutense de Madrid. Publicó su primer relato a los 18 años, cuando quedó finalista del I Premio Vórtice de Ciencia Ficción convocado por la editorial Parnaso y desde entonces ha aparecido en revistas como Artifex (Tercera y Cuarta Época) y antologías como Ácronos. Antología steampunk (editorial Tyrannosaurus Books) y Prospectivas. Antología del cuento de ciencia ficción española actual (editado por Salto de Página). Podéis seguirle en twitter en @joserravazquez.