La metrópolis de Nueva Crobuzón se extiende desde el centro del mundo. Humanos, mutantes y razas arcanas malviven en la penumbra bajo sus chimeneas, donde el río se torna viscoso por los afluentes artificiales, donde las fábricas y fundiciones amartillan la noche.
Durante más de mil años, el Parlamento y su brutal milicia han gobernado una vasta economía de obreros y artistas, espías y soldados, magos, yonquis y prostitutas. Pero acaba de llegar un extraño con el bolsillo lleno y una demanda imposible. De forma torpe, inadvertida, algo impensable es liberado. Dotado de un especial talento para las ambientaciones exóticas, China Miéville convierte a Nueva Crobuzón en un vigoroso escenario en el que se dan cita los ecos de un Londres victoriano, la distopía más agria, la poderosa imaginería de la literatura gótica y originales razas antropomórficas.
La estación de la calle Perdido es el único de las cuatro novelas que llevo hasta ahora de Miéville que no he sido capaz de terminar. Afortunadamente no fue la primera, si no me hubiera perdido un autor que me ha hecho pasar muy buenos ratos.
Se habla del barroquismo de Miéville. Para mí aquí se pasa tres pueblos. Supongo que si entras en el juego Nueva Crobuzón es un escenario fascinante y se debe disfrutar mucho. A mí me lo pareció cuando leí "El consejo de hierro". Pero cuando, buscando más del autor que acababa de descubrir, empecé este libro se me hizo eterno. La atmósfera que tanto se alaba a mí me resultó asfixiante, requiriendo un esfuerzo que acabó siendo demasiado.
19/11/2013
Ha valorado La estación de la calle Perdido con una puntuación de 5 sobre 5
13/03/2020